12 de enero 2014
Un extracto de Laurence Freeman OSB, “The Labyrinth,” JESUS THE TEACHER WITHIN - Jesús, el maestro interior - (New York: Continuum, 2000), pp. 231-32.
Si queremos abrazar la eternidad de la plenitud del ser (el “YO SOY” de Dios), tenemos primero que enfrentar la cruda realidad de la impermanencia y el vacío. La tentación es siempre a reducir la intensidad, a hundirnos a un nivel más bajo de consciencia, aun quedarnos dormidos. Buda advertía de tener cuidado de no nublar la mente en esta o de hecho en cualquier etapa del camino con intoxicantes o sedantes, medicina depresiva o antidepresiva.
Jesus urgía a cada quien a permanecer plenamente consciente: Permanezcan alertas, despiertos. No saben cuándo vendrá el momento…Manténganse despiertos pues no saben cuándo llegara el señor de la casa. Al anochecer o por la tarde, al cantar el gallo o a la madrugada…Si llega de repente, no debe encontrarte dormido. Y lo que te digo a ti, se lo digo a todos: manténganse despiertos. (Mc 13:33-37)
En la carta a los efesios, Pablo dice que este estado de atención nos lleva a los poderes universales de sabiduría y visión, y a la gnosis del conocimiento spiritual. Pero aun con la fe más fuerte, ese triste sentimiento de separación no se disipa ni cuando la sabiduría comienza a brillar. El muro del ego puede parecer como un obstáculo imposible, un callejón sin salida que no nos permite llegar a ningún lado. Pero, como nos recuerda la resurrección, lo que se ve y se siente como el fin, no lo es. Al enfrentarnos a nuestro recalcitrante egoísmo y reconocer su lenta muerte, la meditacion nos ayuda a verificar nuestra propia resurrección en nuestra propia experiencia.
La ley de la naturaleza menor, del karma y la dominación del ego que limita, reinan hasta que aparece un agujero en la pared. Primero un tabique cae, como quitado por una mano invisible, y vemos una perspectiva más allá de nada que hubiéramos pensado o nada que fuéramos capaces de conocer. Es una experiencia y la conocemos de una manera como nunca hemos experimentado antes. Ya no somos más la persona individual que creíamos ser. La vida ha cambiado de forma irreversible. Vivimos y sin embargo, como San Pablo, no vivimos más. Somos porque no somos.
Después de la meditación: Del Shvetashvatara Upanishad, tr. Eknath Easwaran (Tomales CA: Nilgiri Press, 1987), p. 231.
Ni sol, luna, estrella o fuego brilla;
Todo refleja la luz del Señor
Reconozcámoslo en nuestra consciencia;
No hay otra manera de conquistar la muerte.
Traducido por Enrique Lavin
Categorías: