2ª semana de Adviento
En el curso de su predicación, Juan dijo: "Alguien viene detrás de mí, alguien que es más poderoso que yo, y yo no soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con el Espíritu Santo" (Mc 01:08).
Vivir en la esperanza. Esto suena bastante desinflado para nosotros hoy en día que estamos acostumbrados a la gratificación instantánea. Parece significar o bien la reconciliación con una continua falta de cumplimiento o vivir en una especie de callada desesperación -, simplemente continuar hasta el final. Esto no es en absoluto de lo que trata la "virtud" - la fuerza - de la esperanza que alimenta la meditación.
La esperanza florece cuando las esperanzas mueren. Las esperanzas son velados deseos o fantasías que utilizamos como sustitutos de la realidad o como defensas contra las desilusiones y sufrimientos. A menudo temblamos al borde de la desesperación y la evacuación del deseo antes de descubrir el significado de la esperanza. Antes de llegar a ese punto empezamos a aferrarnos a falsas esperanzas. El Juan Bautista de nuestras vidas – los únicos que nos dan consuelo auténtico - no son heraldos de la muerte, sino los predicadores de la realidad.
Pero en el momento agraciado de la vacuidad, somos visitados por la esperanza que nos ilumina sobre el sentido del proceso que estamos atravesando. Incluso si no podemos ver la luz al final del túnel, sin embargo, sabemos - con una especie de visión nocturna - que estamos en el camino e incluso el sentimiento de fracaso o de ser olvidados son parte del proceso que va a florecer en la luz del amor.
Para aquellos que viven en la esperanza (esto es lo que aprendemos en el Adviento), no hay cierre o apagado definitivo. Como el viejo rabino dijo, Dios no espera que tengamos éxito, pero no se nos permite abandonar. Esto no es solamente sabiduría humana sobre la necesidad de soportar. Se trata de una revelación acerca de la simplicidad infinita de Dios.
Laurence Freeman OSB