4º domingo de cuaresma, 30 de marzo 2014
Jesús oyó que lo habían apartado y cuando lo encontró le dijo, “¿Crees en el hijo del hombre?”, “Señor”, replicó el hombre, “dime quién es de manera que pueda creer en él.” Jesús dijo, “Lo estás mirando, él está hablándote.” El hombre dijo, “Señor; creo”, y lo adoró.
¿Dios tiene favoritos? Si la respuesta es positiva, entonces los favoritos deben ser aquellos que han sido separados por los demás seres humanos y abandonados para que sufran en soledad. Allí, en los márgenes, al borde de la desesperación, aguarda una gracia que no está tan disponible para aquellos que gozan con la ilusión del poder y la autonomía. Pero aún en esos márgenes de respetabilidad, donde la sociedad termina la protección que da a sus miembros, la gracia llega en la forma de una pregunta u opción. Si la gracia no es libremente elegida y aceptada se convierte en una imposición, y Dios crea y re-crea pero no actúa con condescendencia humillante.
El hombre ciego que había sido curado por Jesús se convirtió en victima de la politiquería religiosa y fue buscado por su sanador a fin de completar el milagro. Aflicción, pérdida de status y de un futuro pueden, aunque nadie las elegiría, crear las condiciones ideales para la trascendencia. La palabra clave en este punto de pobreza es “Creer”.
No es un asentimiento intelectual sino la decisión de permanecer en relación con cualquier poquito de realidad que todavía queda en uno. Si dices “Sí” en medio de la negación, aparece la revelación de la verdad, como una lluvia de pétalos de rosas cayendo de un cielo vacio. Tus ojos se abren y puedes ver sin ego.
Laurence Freeman OSB
Traducción: Javier Cosp