3ª semana de Adviento

 

Juan el Bautista era un hombre salvaje. Se sintió atraído por el desierto. Él mismo estaba allí. "Yo soy la voz que clama en el desierto." Fue el lugar donde se sentía como en casa, con sus langostas y miel silvestre, en vez de los mejores restaurantes y hoteles.

Sin embargo, la gente acudía a él y ejerció una inmensa influencia sobre la gente del poder. Libre de apegos y sin molestias por las tentaciones de la seguridad a lo que la mayoría de las personas sucumben, él tenía pasión por la verdad y por decir las cosas como son. Al final, al caer en desgracia con el rey, pagó el precio más alto que muchos profetas han tenido que pagar, su propia vida.

Adviento no sólo es esperar que algo suceda. Es esperar en la esperanza y vivir en la verdad del momento, con cada aliento respirando la verdad. Se trata de ser inflexible sobre los pequeños compromisos y las excepciones por motivos políticos con la verdad que corroen  nuestra integridad.

La meditación es una especie de desierto, donde sólo la verdad puede existir. Nuestra práctica nos enseña a vivir allí felizmente, para que sea nuestra casa con toda su simplicidad, sin mobiliario. Entonces florece con el amor que sirve a la verdad y nos damos cuenta de que somos solitarios pero no solos, somos nosotros mismos, no sólo egos aislados que tratan de sobrevivir y defenderse. Florecemos con la valiente libertad del Bautista, que sabía que estaba al servicio de algo más grande que él. Si sabemos que, a continuación, ningún precio es demasiado alto de pagar.

Laurence Freeman OSB

 

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