Domingo de Ramos, 13 de abril 2014

 

Un gran gentío extiende sus capas en el camino, en tanto que otros muchos cortan ramas de los árboles y los colocan a su paso.

Estas ramas deben haber provenido de las palmeras que crecían al borde del camino, de aquí el nombre  Domingo de Ramos (que en inglés se dice de “Palmas”). Las palmeras simbolizaban la victoria, incluso la inmortalidad. Porque sabemos lo que pronto le va a pasar a Jesús, la celebridad momentáneamente bañada en el aura del éxito, sentimos lo huecos que en verdad son estos festejos y aclamaciones. Los ratings de popularidad se vendrán a pico apenas el apoyo oficial se retire. Las celebridades – están en programas en la tele todas las noches – vienen en distintos niveles, desde super-héroes a celebridades menores con aspiraciones a más. Lo que tienen en común es un nivel de irrealidad que sobreviene  cuando nos identificamos con la opinión que los demás tienen de nosotros. Es difícil no caer en esto, porque nuestros egos son débiles y nuestra intimidad con el yo es episódica y fácilmente opacada por la gratificación o el sufrimiento intenso en el reino del ego.

Estos quince minutos de fama son una de las pruebas más elementales y crudas a las que Jesús va a ser sometido en los próximos días. Si lo hubieran seducido, no hubiera estado preparado para el verdadero tránsito que aquí está comenzando – de este mundo a este mundo, pero con la única diferencia del despertar total de la conciencia.

Así que ni siquiera parpadea ni se permite complacerse en el grato sentimiento de ser aplaudido. Hubiera sido un auto-engaño, la falsa divinidad de la celebridad y el poder, la inmortalidad falsa. La aclamación sugiere desde qué altura caerá a los ojos de los hombres y así, cuán doloroso el rechazo que padecerá. Si no es por eso, no tiene significado alguno. Él no se distrae. El gran desapego ha comenzado.

 

Laurence Freeman OSB

Traducción: Maren Torheim

Categorías: