13 de julio 2014
Un extracto de Laurence Freeman OSB. "Dearest Friends," WCCM International Newsletter, Winter 2001.
Nuestra propia y particular santidad tiene que realizarse antes de que podamos conocer la totalidad en que se encuentra nuestro ser y adonde pertenecemos de verdad. El gran error (y el pecado del clericalismo) es el pretender que se tiene el conocimiento universal antes de haber llegado al autoconocimiento. Tratar de acoger lo universal, hablar de ello, controlarlo – estos son los signos de que todavía no hemos sido atrapados por ello.
¿Qué significa lo universal? Jesus lo expresó como la naturaleza del amor divino que se dona imparcialmente en todo lo que es. Así como el sol brilla en lo bueno y lo malo igualmente. Eso significa que Dios está más allá de la moralidad humana. Dios no pelea de mi lado contra otros. Como la lluvia, el amor divino cae sobre el inocente y el malvado. Eso significa que la justicia de Dios está más allá de los intentos humanos por ser justos. Un amor une al perseguidor y a la víctima. Tenemos que experimentar esta universalidad conforme nos llega. Entonces va deshaciendo nuestro ego. Nos simplifica. Nos eleva más arriba de la complejidad de nuestra vida a la vez que se derrama totalmente dentro de nuestro ser a través de nuestro centro más profundo. Solo entonces estamos despiertos.
La paz no se logra por buscar y destruir el mal. Cuando nos volvemos conscientes de nuestros vicios – ira, orgullo, avaricia, gula – el tratar de destruirlos fácilmente degenera en odio a nosotros mismos. Después de todo, si no podemos amarnos, ¿porque molestarnos por amar al otro? Mejor que destruir tus faltas es el trabajar pacientemente para implantar las virtudes – un trabajo más lento y dramático pero mucho más efectivo. Y al evitar los peligros de la hipocresía religiosa y la falsa rectitud creamos una personalidad más placentera para nuestro trabajo.
Escondida en nuestros defectos –que son nuestra capacidad para el mal – también están las semillas de muchas virtudes. El terrorista puede haber tenido la semilla de la justicia en él antes de que su enojo e ilusión le hicieran creer que es el instrumento de Dios. Cuando peleamos contra nosotros (muchos de los grandes fanáticos religiosos siempre lo han negado) arriesgamos recibir un gran daño colateral: la destrucción de nuestras propias semillas de virtud. Cada clase de violencia es un crimen contra la humanidad porque priva al mundo de bondades desconocidas.
El primer paso en implantar las virtudes que van a dominar eventualmente los vicios es establecer la virtud fundacional de la oración profunda y regular. A través de este silencioso ritmo de oración, la sabiduría poco a poco penetra nuestra mente y nuestro mundo. La sabiduría es el poder universal que rescata el bien de entre lo malo. Como dice el libro de la Sabiduría, ‘la esperanza para la salvación del mundo descansa en que haya una mayoría de gente sabia’. Los sabios conocen la distinción entre autoconocimiento y autofijación, entre desapego y dureza de corazón, entre corregir y ser cruel. No hay reglas para la sabiduría. Las reglas nunca son universales, pero la virtud sí.
PARA DESPUÉS DE LA MEDITACIÓN: Un extracto del libro de la Sabiduría, 8: 21-29 en Christian Community Bible /Quezon City, Philippines: Claretian Publications, 1997), p. 925.
He llegado a conocer todo lo que está a la vista y lo que está escondido, porque la Sabiduría que los concibió me lo enseñó.
En ella se encuentra un espíritu que es inteligente, santo, único, múltiple, sutil, activo, conciso, puro y lúcido. No se puede corromper, ama lo que es bueno y nada puede limitarlo. Es beneficioso, ama a la humanidad, constante, dependiente, y a pesar de ser poderoso está en calma. Todo lo ve y penetra todos los espíritus, sin importar cuan inteligentes, sutiles o puros sean.
La sabiduría sobrepasa en movilidad todo lo que se mueve, y al ser tan pura impregna y penetra todas las cosas.
Ella es el aliento del poder de Dios, la emanación pura de la gloria del Todopoderoso; en ella nada impuro puede entrar. Ella es un reflejo de la luz eterna, un espejo sin mancha de la acción de Dios y una imagen de su bondad.
Ella es tan solo una, y a pesar que la sabiduría puede hacer todo tipo de cosas ella permaneciendo sin cambio, renueva todas las cosas. Ella entra en las almas santas, haciendo de ellas profetas y amigos de Dios. Ella es más hermosa que el sol y sobrepasa todas las constelaciones, ella supera a la luz porque la luz da paso a la noche, pero el mal no puede vencer a la sabiduría.
Traducido por Teresa Decker
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