5 de octubre 2014
Un extracto de John Main OSB, “The Spirit,” WORD into SILENCE (New York: Paulist Press, 1981), pp 37-39
El primer paso hacia convertirnos en persona…es permitirnos ser amados. Fue para facilitar esto que el Espíritu Santo fue enviado al corazón humano, para tocarlo, para despertarlo, para llevar nuestras mentes a su luz redentora. El enviar al Espíritu fue un evento de resurrección y continúa tan fresco hoy como en aquella ocasión, “avanzada la noche del Domingo,” como San Juan nos relata, cuando los discípulos estaban juntos con las puertas cerradas y Jesús entró y les sopló diciendo “Reciban el Espíritu Santo.”
Comenzamos con una vaga consciencia del movimiento del Espíritu en nuestro corazón, la presencia de otro por el cual nos conocemos. Al despertar a su realidad plena, al escuchar nuestro corazón, despertamos a la prueba viviente de nuestra fe que justifica ese primer resplandor de consciencia, esa primera esperanza. Y, como dice San Pablo a los Romanos:
“…nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado. (Rom 5:4-5).
La intoxicación presente en el lenguaje de Pablo es la intoxicación de su despertar personal a la Realidad del Espíritu, a la experiencia de la alegría que se desborda, se contiene y se libera, que Jesús predicó y comunica a través de su Espíritu. Es la intoxicación de la oración.
Hemos llegado a pensar en la oración como nuestro movimiento hacia Dios, como una actividad de la cual somos responsables, como un deber que hacemos para apaciguar o agradar a Dios. Puede haber un elemento de encanto, de sinceridad infantil en esto. Pero la oración verdadera deshace el sentimentalismo. Hemos sido llamados a una madurez espiritual en la que, como nos dice San pedro, estamos ‘vivos, con la vida de Dios” (1 Pe 4.6). Ahora si el, San Pablo y el Nuevo Testamento como conjunto, merecen ser tomados en serio, somos llevados a decir que la oración es algo más que nuestro hablar con Dios, o imaginar a Dios, o aun imaginar pensamientos sagrados. Es más, como San Pablo dijo, esto no puede ser una explicación real de la oración si es verdad que no sabemos cómo rezar. Pero como dice después: El Espiritu ora en nuestro interior con gemidos ininteligibles”(Rom 8:26)
Después de la Meditación: “To Live with the Spirit,” - Vivir con el Espiritu -Jessica Powers, noted in GIVE US THIS DAY: Daily Prayer for Today’s Catholic, October 3, 2014 (Collegeville, MN: Liturgical Press, 2014), p. 40.
Vivir con el Espiritu de Dios es ser un escuchador
Es mantener la vigilia del misterio
Sin tierra y quieta
Uno se inclina para atrapar el movimiento del Espíritu,
Extraño como la voluntad del viento.
El alma que camina donde el viento del Espíritu sopla
Se voltea hacia el amor como veleta.
Puede lamentarse como Job o Jeremías,
Hacer eco con el venado herido, la paloma sin pareja.
Puede alegrarse con lo espacioso del campo,
Que emula la libertad del cielo.
Siempre camina de forma que desconoce,
Ha desechado para siempre de su mano
La brújula del adónde y el porqué.
Vivir con el Espíritu de Dios es ser un amante.
Es volverse amor, y como El
Hacia quien nos acercamos con metáforas de creaturas:
Abrasados por el fuego y anegados por el agua y el capricho del viento.
El alma es pura actividad, puro silencio;
Y aunque brota hacia Dios como fin,
Se detiene, como la tierra detiene al mediodía,
Y a la paz que es la escucha del alma.
Categorías: