12 de octubre 2014
Extracto de Laurence Freeman OSB, prefacio a “Steps in Relationship,” JESUS THE TEACHER WITHIN (New York: Continuum, 2000), pp. 239-40.
Un dia ‘suave’ – un dia suave en Irlanda significa uno en que está lloviznando en vez de lloviendo torrencialmente –me aventuré a dejar el fuego del hogar y salir a la fina niebla. Siguiendo mi olfato, me encontré en la parte salvaje de la isla, al otro lado de los blandos pantanos. El Atlántico continuaba golpeando fuertemente las rocas y los acantilados, haciendo su infinitamente paciente trabajo de erosión. La fuerza del viento en el flanco expuesto era tremenda. Mientras caminaba lo tenía a mi espalda, empujándome hacia a delante y creando un silencio inesperado en medio de la tormenta…
Como mostrando la indiferencia de la naturaleza hacia la noción humana de buen o mal tiempo, de repente el sol decidió aparecer y bañar la furia de los elementos en la gloria dorada de su luz. Inmediatamente…todos los sutiles colores de la cara del acantilado y de los arbustos regresaron, los suaves rosas y morados y las tonalidades nunca posibles de clasifica de verde irlandés, para las cuales debería haber más palabras que las que tienen los esquimales para la nieve. La curvatura del sinuoso camino que utilizan las ovejas me dirigía ahora contra el viento de forma que pegaba con fuerza en mi cara y cuerpo. Repentinamente al dar la vuelta en una curva del camino me detuve a un par de pies de una zorra joven que dormía profundamente.
Color óxido, con su cola blanca enrollada con placidez alrededor suyo, descansaba acurrucada en su soledad en una hendedura soleada en el acantilado. El viento, traicionándola, prevenía que mi olor le alertara de mi presencia.
Me detuve sin saber qué hacer, lleno de una fuerte y extraña gratitud por este regalo, preguntándome cuanto más duraría. El tiempo se hizo más lento y tal vez hasta se detuvo. Mis pensamientos se callaron y por un instante o dos el espacio en que yo y esta otra criatura, tan bella en su estado ‘zorril’, naturalmente sin ambigüedad, estábamos unidos, se llenó de una ternura que nos abrazó a los dos por igual. Tal vez apenas comenzaba a sentir que esta ternura, tan precisa y específica, aquí y ahora, no estaba limitada en este punto a nosotros dos, habitantes de la misma creación. Tal vez sin perder su omnipotente y estrujante intimidad, esta misma ternura que llenaba el momento estaba también tocando los bordes de nuestro gran hogar, el universo que se expande…Pero antes de que pudiera formular algún tipo de pensamiento, la zorra abrió los ojos y miró hacia mí, dentro de mí, sin pestañear. Creo que por un instante posiblemente nos comunicamos.
Fueron momentos cortos, silenciosos, sin medida. Me quedé sin moverme. Simplemente nos miramos sin miedo ni deseo uno al otro, envueltos en el sol y el viento imparable. Tal vez una sombra de deseo cruzó mi mente, el pensamiento de tocar, acariciar, aun de poseer; tal vez esto rompió el perfecto equilibrio de nuestra mutua contemplación. Tal vez se olvidó de su confianza y cedió al miedo instintivo hacia un enemigo natural. Como si estuviera tan perfectamente sola como siempre, la zorra se desenredó con calma, se levantó, se volteó y se fue trotando sin siquiera voltear hacia atrás. Regresó a la plenitud que nunca había dejado…a su trabajo de ser ella misma. Yo, al quedarme atrás, seguí caminando sintiendo la placentera incomodidad de haber visto la paz que buscamos con tanta ansiedad y nunca podemos poseer.
“Rabbuni – maestro -”
“No me retengas”
Después de la meditación: Un extracto de John Main OSB, “The Fruits,”- Los Frutos- THE HUNGER FOR DEPTH AND MEANING, ed. Peter Ng (Singapore: Medio Media, 2007), p. 129.
El desapego es el estado al que entramos durante nuestra meditación, un estado en que no estamos poseídos por nuestras posesiones, donde no estamos dominados por el deseo de poseer, de controlar – un estado mental, una forma de ser que es absolutamente necesaria si vamos a amar…No tratamos de rehacer al otro de acuerdo a nuestra propia imagen y semejanza. Le permitimos ser. Y al permitirles ser, los conocemos tal como son. Al meditar, dejamos ir nuestro deseo de control, de poseer, de dominar. Buscamos ser quienes somos. Siendo como somos, estamos abiertos al Dios que es…Entrar a este estado requiere de gran generosidad, la generosidad de dejar ir nuestros planes, nuestras esperanzas, nuestros miedos…Desapegados lo suficiente para ver más allá de nosotros, para ver al Dios que es. Y viendo, estar enamorados.
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