3er. domingo de Adviento 2014

 

Conforme pasa el tiempo, es fácil para nosotros permitir que la virtud natural de la esperanza se deslice hacia la fantasía. Entonces nos conformamos con un falso consuelo más que con la convicción, nacida de ninguna otra cosa que una visión desnuda, que lo que parece ser lo peor puede convertirse en lo mejor. Siempre hay riesgos en la esperanza. Y el ánimo para soportar, abrazar y al final simplemente ser.

En la esperanza - que se está acelerando continuamente durante las semanas de Adviento - nos arriesgamos a ser arrastrados por la convicción - la creencia que nace de la visión - que toda nuestra vida es sostenida por Dios. Es difícil de entender esto y requiere imaginación profunda incluso para articularlo en nosotros mismos. La fantasía de cumplimiento del deseo es mucho más fácil, pero siempre es una falsa esperanza.
 

La ironía es que la esperanza nace en el pesebre de la desesperación cuando nuestras imágenes y deseos falsos se han agotado y ya no podemos creer en ellos. Estar sin deseo es una terrible transición a la realidad. Por eso,  poca gente descubre lo que realmente significa esperanza.
 

En los evangelios los discípulos de Juan el Bautista son los prototipos de esperanza evangélica. Cuando Jesús aparece y el Bautista lo señala, dan el salto y siguen hacia lo desconocido al que salva, sobre el cual lo mejor que se puede decir es que ellos saben que será real.
 

“Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones que se rompen”.
 

En una verdadera comunidad de fe aprendemos que por lejos que hayamos estado marginados – por empobrecida y amnésica vida que podamos haber dejado - y por rotos y de sueños perdidos que se hayan vuelto nuestros corazones, la esperanza está siempre presente. De hecho es inevitable. Así, el Adviento no está a la espera de puntillas para que aparezca Santa Claus. Es permitir que poco a poco nosotros mismos recordemos qué esperanza  insondable emerge en la identificación de Dios con el reino de los humanos, tan plenamente que abraza y revierte incluso la pérdida de la esperanza.
 

Laurence Freeman OSB - laurence@wccm.org

Traducción Marina Müller
 

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