28 de diciembre 2014
De “El Silencio del Alma”, de Laurence Freeman OSB en THE TABLET 10 de Mayo 1997
(Una) razón por la que el silencio nos perturba tanto (es esta): Tan pronto como entramos al silencio, experimentamos la relatividad de nuestra mente cotidiana. Con esta mente medimos las coordinadas de tiempo y espacio, calculamos probabilidades, y hacemos un recuento de nuestros éxitos y fracasos. Es un nivel de conciencia muy importante. Es un estado de conciencia tan familiar que con facilidad pensamos que es todo lo que somos: nuestra mente total, nuestro ser real, nuestro significado pleno.
La vida, el amor y la muerte con frecuencia nos enseñan otra cosa. Nos damos de topes contra el silencio en distintas vueltas en el camino de la vida, en forma impredecible, en gente inesperada. Su encuentro tiene un efecto que es a la vez emocionante y al mismo tiempo, con frecuencia, aterrorizante.
Nuestros pensamientos, temores, fantasías, esperanzas, enojos y atracciones todas surgen y se desvanecen a cada momento. Automáticamente nos identificamos con estos estados pasajeros o recurrentemente compulsivos sin pensar que estamos pensando. Cuando el silencio nos enseña que estos estados transitorios son poco confiables, enfrentamos la pregunta terrible de quien somos en realidad. En el silencio debemos luchar con la tremenda posibilidad de nuestra propia no realidad.
El pensamiento Budista hace de esta experiencia- que llama anatman o no ser- uno de los pilares centrales de la sabiduría de su camino a la liberación del sufrimiento y uno de los significados esenciales de la iluminación. El practicante Budista es alentado a buscar este sentido de transitoriedad interior y más que fugarse de ella se busca sumergirse en ella, como hicieron el Maestro Eckhart y los grandes místicos Cristianos.
Comprensiblemente, anatman es el concepto Budista con el que normalmente la gente tiene mayores problemas. Qué absurdo, que terrible, que sacrílego es decir que no existo. De hecho la mayor parte del antagonismo Cristiano con anatman es carente de fundamento o basado en interpretaciones erróneas. No significa que no existamos sino que no existimos en independencia autónoma, la cual es la clase de existencia que el ego le gusta pensar que tiene; el tipo de ser de fantasía.
Dios que con la serpiente tentó a Eva. Es la arrogancia a la que con frecuencia cae víctima la gente religiosa. Yo no existo por mí mismo porque Dios es el fundamento de mí ser. A la luz de este conocimiento leemos las palabras de Jesús en el Nuevo Testamento con una percepción más profunda, “Si alguien quiere ser mi seguidor, debe dejar atrás a sí mismo; cada día debe tomar su cruz y venir conmigo; porque quien pierda su vida por mí causa la salvará” (Lucas 9:23:24). Si a través del silencio podemos abrazar esta verdad del anatman, haremos importantes descubrimientos acerca de la naturaleza de la conciencia. Descubrimos que la conciencia, el alma, es más que el asombroso sistema de cálculo, juicio y cómputo de la mente. Somos más de lo que creemos. La meditación no es lo que pensamos.
Después de la meditación, de THE DHAMMAPADA, The Path, versos 275-276, ed. PorAnne Bancroft (Rockport, MA: Element, 1997), pag. 81
Debes hacer el esfuerzo, los despiertos guían el camino. Aquellos que han entrado al camino y quienes meditan, se liberan de las ataduras de la ilusión.
Todo está cambiando. Todo surge y pasa. Aquel que se da cuenta de esto está libre de tristeza.
Este es el camino resplandeciente. Existir es conocer el sufrimiento. Sabe esto y queda libre de sufrimiento. Este es el camino radiante.
No existe el ser separado para sufrir. Aquel que entiende esto es libre.
Este es el camino a la claridad
Traducción: Guillermo Lagos