1er. domingo de Cuaresma 2015, 22 de febrero

Marcos 1: 12-15: Vivía entre los animales salvajes y los ángeles le servían

Una vez que estaba usando mi hábito blanco una niña pequeña me miró y me preguntó “¿Eres un ángel?"

Cuando las preguntas surgen de un lugar puro, incluso desde la “mágica-mitica” mente de una niña de seis años, tienen una fuerza auténtica. Cuando pasa esa etapa de desarrollo, la misma pregunta se convierte en retrógrada o tonta. Así que buscar indicios de plumas de ángeles o imaginar que están merodeando detrás de nosotros como en las caricaturas es errar el concepto. Pero es una persona triste aquella nunca ha reconocido el ministerio de los ángeles.

No sé qué son los ángeles en realidad. Quizás sean fuerzas autónomas en el psiquismo, ondas de benevolencia y compasión que irradian como si fueran mensajeros de la fuente divina de amor y nos acompañan en nuestras horas más solitarias de aflicción. Jesús fue cuidado estando exhausto después de pasar los “40 días” en el desierto.  Había confrontado las fuerzas oscuras de su ego, que le instaban al poder, la autosuficiencia y el orgullo. Vio a través de ellas y no sucumbió a las tentaciones de abandonar su lucha para ser real, para permanecer real y negar la fácil seducción de la ilusión. Pero eso puede ser agotador a veces y como cualquier ser humano él debía ser servido.

¿Dónde encontramos este ministerio de amistad espiritual y acompañamiento en nuestras propias vidas? Quizás no en la multitud de ángeles bajando de arriba sino en el compartir el peregrinaje aún más profundamente dentro del ámbito de lo real.  Aunque el compromiso a la realidad - que es lo que significa nuestra meditación diaria – demanda soledad, también nos abre a la comunidad. La gente que encontramos en el desierto de nuestra soledad son amigos reales. Nos reconocemos mutuamente, nos valoramos, pero también sabemos que no podemos poseernos unos a otros, porque el peregrinaje conduce a la desposesión hasta de nosotros mismos. 

Traducción: Javier Cosp Fontclara