Viernes de la 1ª semana de Cuaresma 2015. 27 de febrero.
Mateo 9: 14,15: Vendrán días en los que el novio será quitado de ellos, y entonces ayunarán.
Hay un tiempo para llorar y un tiempo para reír. Un tiempo para abrazar y un tiempo para abstenerse de abrazar. Un tiempo para decir no y otro para decir sí. Un tiempo para meditar y un tiempo para levantarse e ir con amigos o leer un libro. Un tiempo para llamar y un tiempo para estar en silencio. Un tiempo para explorar el mundo y un tiempo para permanecer en casa.
Por supuesto que todos nosotros lo sabemos, después de los veinte, de alguna manera. El curso de la vida está compuesto por ondas, no líneas rectas. Las olas son producidas por mareas y vientos que no son siempre predecibles, y sabemos que ellos producen variables que ninguna parte de la consultora de gestión del cerebro puede predecir. Por lo tanto no prestes mucha atención por adelantado a esa parte de tu consciencia.
Necesitas estar en el momento del ahora para cabalgar la ola presente y dar una respuesta correcta a la situación actual. Esto proviene no solamente de la función ejecutiva del cortex pre-frontal de tu cerebro, sino también de los otros lóbulos en los que no piensas pero lo “sabes”, y allí precisamente sabes.
Confiar en lo intuitivo es una dificultad para los modernos ejecutivos porque pareciera que no podemos estar seguros de nada, ni siquiera de la certeza. ¿2008? ¿Tsunami? Por supuesto, una parte de nuestra mente dice “vamos. Sabes que no puedes saber por seguro que eso no va a pasar. Mantente despierto. Estate listo. Reduce tus expectativas" Pero como los atrólogos y tarotistas fuera de Wall Street, la mente ansía la piedra de toque de fantasía aunque ella se disuelve tan pronto se la toca.
Llegará el día en el que el más amado – el novio – no estará más con nosotros. Este novio dijo que será bueno para nosotros que él se vaya. Nada es permanente. Pero así es la impermanencia. Aguanta y súbete a la ola.
La meditación diaria es la forma en que nosotros cabalgamos la ola – las olas – de la vida.
Traducción: Marta Geymayr