Sábado de la 2ª semana de cuaresma 2015. 7 de marzo
Lucas 15: 1-3, 11-32: Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos
Como el Papa Francisco, Jesús consiguió comprensión y apoyo desde el exterior de la institución religiosa más que dentro de ella. Pero eso se puede decir de la mayoría de los pensadores radicales y reformistas. Ellos entienden la simplicidad esencial de su misión; y para simplificar los sistemas de poder complejos están obligados a hacerse de enemigos.
La parábola que Jesús dio en respuesta a este comentario mordaz asociándolo con los pecadores es la del Hijo Pródigo. Una vez más se demuestra cómo la visión moral deriva de una experiencia mística. En nuestro trabajo de enseñar meditación para, por ejemplo, estudiantes de la escuela de negocios, este es el fundamento implícito. Despierta a la experiencia a la que lleva la meditación y encontrarás que los dilemas éticos se vuelven más fáciles de entender y resolver. La experiencia es un persuasivo más fuerte que el argumento. Actuamos así en la medida en que vemos claramente.
La parábola (mejor llamada la Parábola de los dos hermanos) tiene un punto de moral obvio. No condenar al infractor una vez que han empezado a cambiar. Animarles a rehabilitarse por la afirmación, el perdón y la aceptación como el padre da una fiesta al regreso de la oveja negra. Teniendo en cuenta la personalidad de los dos hermanos, ¿quién parece más cerca del padre? De hecho, son equidistantes. El hermano pródigo se escabulló de la casa y esperaba ser reprendido; no puede entender la naturaleza del amor expansivo del padre. En cuanto al mayor, el hermano aguafiestas carece por completo de la generosidad que caracteriza a su padre. Son las dos caras del ego en todos nosotros. La parte que quiere correr tras el placer y el otro, al que le gusta tener la autoridad moral y sentirse justificado al condenar.
Cuánto malinterpretan al padre, nuestro verdadero ser. En el simbolismo de su alegría, su abandono de la propia importancia y su exuberancia de amor que ve lo trascendente, la dimensión mística que sustenta la moral. Sin el conocimiento de esta verdad esencial de la alegría de ser y la no-condicionalidad de amor, el ego prevalecerá.
Cada vez que meditamos somos como el hijo pródigo que vuelve a casa para ser abrazado y también como el hermano mayor al enterarse de que ser bueno es más que hacer el bien. La Cuaresma es un tiempo en que mediante la simplificación de determinados aspectos de nuestra vida y el fortalecimiento de nuestra disciplina en lo que es débil, podemos vernos a nosotros mismos en cada uno de estos tres personajes y decidir - ¿es tan difícil? – cuál de ellos queremos ser.
Laurence Freeman OSB
Traducción: Marina Müller