8 de marzo 2015

PHOTO: LAURENCE FREEMAN

De Laurence Freeman OSB, “El Poder de la Atención” THE SELFLESS SELF (London: DLT, 1998), pág. 31-35
 

Siempre ha existido un gran peligro, pero uno que existe especialmente hoy para nosotros en nuestra sociedad auto-consciente, y narcisista, que confunde la introversión, la auto-fijación, auto-análisis, con la verdadera vida interior. La gran prevalencia de heridas psicológicas y alineación social exacerba este peligro mientras que al mismo tiempo requiere tacto y compasión para manejarlas…. Tener una vida interior es completamente opuesto a ser introvertido. Al ser conscientes de la presencia que habita en nuestro interior, volteamos nuestra atención, la  transformamos, de tal forma que ya no somos nosotros mismos…viéndonos a nosotros mismos., anticipando o recordando nuestros sentimientos, reacciones, deseos, ideas o sueños. Pero viramos hacia otra cosa. Y este siempre es un problema para nosotros.

 Sería más fácil para nosotros, pensamos, evitar la introspección si tan solo supiéramos que es a lo pudiera ser representado por una imagen. Pero el Dios verdadero nunca puede ser una imagen. Las imágenes de Dios son dioses. El contemplar una imagen de Dios es simplemente acabar contemplando una imagen reconstruida de nosotros. El tener una verdadera vida interior, el tener el ojo del corazón abierto, significa vivir con una visión sin imágenes que es la fe, y esta es la visión que nos permite “ver a Dios”.

En la fe, la atención es controlada por un nuevo Espíritu, ya no más los espíritus del materialismo, la auto-búsqueda, y auto-conservación, sino  el etos de la fe que por naturaleza es desapegado. Siempre es a través de dejar ir y renunciar continuamente a las recompensas de la renunciación, que son magníficas y por eso mismo se hace más necesario regresarlas..… Podemos tener una probada simplemente recordando esos momentos o fases en la vida en los que hemos experimentado los grados más altos de paz, realización, y alegría y reconocer que fueron momentos donde no poseímos cosa alguna, sino que nos perdimos en algo o en alguien. El pasaporte al reino requiere el sello de la pobreza (…..)

Y sin embargo aprender a estar centrados en el otro es una disciplina, es una disciplina que significa ascetismo. No hay nada más difícil de aprender que a quitar la atención de nosotros mismos….. Todos tenemos la inclinación a dejar que nuestra atención divague, a caer en la auto-conciencia, el auto-deseo, y la distracción. Queda entonces una simple verdad por descubrirse. Cuando la atención está en nosotros, en la imagen, en la imagen-ceguera del ego, todo es una distracción de Dios. Cuando la atención está en Dios, con la visión de la fe, todas las cosas nos revelan a Dios..

Después de la Meditación: Un fragmento de Martin Laird OSA, Epílogo, INTO THE SILENT LAND: La práctica de la contemplación (Londres: Darton, Longman + Todd, 2006), págs. 141-42

“Dime”, (preguntó Fr.  Alypius) “De que sustancia está hecho todo el barullo y el caos que hay en tu cabeza?”                                                                                                           El muchacho respondió. “Solo cosas sin valor”                                                                                        
 “Es cierto, dijo Fr. Alypius. “Te das cuenta que tan sencillo es?” No es especial o enrarecido. No tiene que ver el hayas estado cantando las últimas 9 horas o en ayuno las últimas 3 semanas. Estas…estrategias no sirven porque ya se ha logrado con anterioridad. Cuando te das cuenta que estás atrapado en las tormentas del caos, el barullo interno y los comentarios mentales, pregúntate a ti mismo, “Quien soy” yo pregunta “Quien está experimentando el caos? Quién está haciendo el barullo? Quién es el comentarista? No te vas a encontrar a nadie checando que no estés atrapado en tus pensamientos. Cuando quitas la atención del objeto de tu consciencia a la consciencia misma, queda solo el silencio, vasta apertura que nunca ha sido herida, lastimada, enojada, asustada, incompleta. Este es quién eres tú”

Traducción: Guillermo Lagos