Lunes de la 4ª semana de Cuaresma 2015. 16 de marzo

Juan 4: 43-54: Si no veis señales y prodigios, no creéis.

Estas son las duras palabras que parece que Jesús dijo al hombre que se le acercó y le pidió que fuera a salvar a su hijo moribundo. Jesús entonces le dijo que su hijo iba a vivir y el hombre se fue a casa, para encontrar que el muchacho se había recuperado en ese instante. ¿Magia o fe? Esta es la pregunta que revela la verdadera dinámica de esta historia y de todos los evangelios.

Sus palabras a los padres desesperados, citados anteriormente, podría parecer que carecen de compasión. Podríamos imaginarnos a nosotros mismos ser molestados para ayudar a alguien que lo necesite y sin embargo sentir que ya hemos dado lo suficiente para el día. Su intensidad sin embargo nos hace rendirnos,  y les damos lo que quieren; pero no hemos resuelto nuestro propio sentimiento de auto-protección, el recelo que siempre nos impide hacer un regalo puro e incondicional de uno mismo. Así que le damos, pero también, poco amables, tiramos también una queja o una crítica. Bueno, voy a sanar a su hijo, pero es hora de que dejes que me pidas milagros después de hora.

No se siente que esto sea lo que Jesús está diciendo.

El padre, al igual que cualquier persona preocupada por un ser querido en peligro, está desesperado por un milagro. Incluso cuando nos hemos enfrentado a la verdad y renunciado a la esperanza falsa, sigue existiendo un hueco de desesperación en el que el sueño de un milagro nunca muere. Nuestra necesidad de magia, para la manipulación de causas y efectos desde el exterior, incluso puede sobrevivir a la desesperación. Crisis políticas, crisis económicas, ficciones y asistentes de magos, todos evidencian nuestro apetito por la comida rápida de signos mágicos y maravillas. Cuando las cosas están desesperadas es cuando la mayoría quiere poderes mágicos.

Por su observación Jesús simplemente expone esto y lo libera al padre, y a nosotros, de la adicción a las soluciones mágicas. Lo que fluye de él es el poder de curación en la fuerza de la compasión. Somos salvados de nuestra propia desesperación no por los signos externos de la magia, sino por lo que ya está dentro de nosotros, con lo que ya estamos en contacto, con el poder que proyectamos y buscamos fuera de nosotros mismos.

Jesús no quiere que las personas lo vean como un mago o incluso como un mesías. Quería más, que la gente se conecte con él, que lo conozca, desde dentro de sí mismos. También hay señales y prodigios asociados con eso. Pero ellos no son mágicos. Son los signos reales de una maravillosa transformación de uno mismo, producida por la relación que llamamos fe.

 Laurence Freeman OSB

Traducción: Marina Müller

 

 

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