Jueves de la 4ª semana de cuaresma 2015. 19 de marzo

Lucas 2: 41-51 "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? " Pero ellos no entendieron lo que les dijo.

Una tarde fui en bicicleta con mi joven ahijado. Era reacio a acabar el viaje y se adelantó en una curva en el camino. Cuando doblé la esquina había desaparecido. A ello siguió una de las peores medias horas de mi vida. Cada sirena de ambulancia o de la policía me llenaron de horror y yo veía lo peor en cada uno que pasaba. Traté de controlar mis miedos pero continuaron inundándome.

Eventualmente él reapareció con una amplia sonrisa y me preguntaba dónde había estado y por qué lo había dejando esperándome. Mi alivio fue tan grande que sólo podía fingir estar enojado.

Es una historia muy humana sobre nuestra preocupación por los jóvenes a nuestro cuidado y que san Lucas narra en el evangelio de hoy. María y José pensaron durante todo un día que Jesús, de doce años de edad, estaba en compañía de otros. Corrieron de nuevo a buscarlo y lo encontraron en el Templo debatiendo sobre Dios con los maestros de allí. Ellos lo reprendieron por la ansiedad que les había causado y él respondió con esas palabras que suenan un poco extraterrestres, que no entendían.

Es un ejemplo de cómo un incidente real se convierte en teológico en el recuerdo y al volver a contarse, para transmitir más de lo que primero uno podría imaginar. Todos lo hacemos, ya que nos hacemos historias prolijamente recortadas de la aleatoriedad de nuestras vidas.

Recortamos la experiencia en tramos: principios, medios y fines, y extraemos lecciones de las rodajas. Almacenamos nuestros estantes mentales con estas historias, a menudo añadiendo o renovando de acuerdo a lo que sentimos que quisieran nuestros oyentes. Los irlandeses viven de esto.

El filo de la realidad, sin embargo, se caracteriza por extremos deshilachados y conclusiones incompletas. El caos es otra palabra para ella, que no nos gusta utilizar sobre nuestras vidas. Pero caminamos una línea muy fina entre el cosmos (el orden) y el caos, y la mayor parte del orden que ponemos en las cosas tiene una tendencia a desmoronarse muy rápidamente.

Incluso cuando tenemos la clave para entender su significado, al igual que los padres pobres de Jesús, nosotros no entendemos. Pero regresó y vivió con ellos de todos modos, lo que por el momento, era lo suficientemente evidente. En la auto-disciplina de la Cuaresma que agudiza nuestra conciencia diaria obtenemos vislumbres penetrantes profundos de esta provisionalidad de la vida y extrañamente la encontramos incluso tranquilizadora.

Laurence Freeman OSB

Traducción: Marina Müller

Categorías: