Viernes de la 5ª semana de cuaresma 2015. 27 de marzo
Juan 10:31-42: El Padre está en mí, y yo en Él
Cualquier forma de vida o de actividad que nos entrena para dejar de prestar atención a nosotros mismos merece ser llamada espiritual. Por otro lado, hay muchas cosas llamadas “espirituales” que, practicadas de manera incorrecta, pueden volvernos cada vez más centrados en nosotros mismos.
Llevar adelante una familia puede ser cansador y parece dejar poco tiempo dedicado para la “práctica espiritual”, pero todo eso se trata de centrarse en otros. Es una buena preparación para la meditación. A la inversa, la vida monástica nos da tiempo para orar pero también nos mantiene en un superficial estado de insatisfacción, repitiendo los mismos ciclos improductivos de pensamiento y comportamiento. Pero puede ser una buena preparación para servir al mundo.
Nos sentimos atraídos a la opción del otro como centro, porque deseamos una relación y una conexión que, combinadas, nos lleven a experimentar significado. Casamiento, familia, amistad, comunidad, servicio, son todos caminos en los cuales podemos aprender a poner atención en los otros. Muy rápidamente, sin embargo, nos damos cuenta que la centralidad en el otro es difícil de realizar, y más aún de sostener. Y también nos damos cuenta que somos mejores, más libres y más abiertos al amor cuando vivimos de esta manera. Entonces vemos que el camino espiritual es un trabajo. De hecho, es un trabajo de amor.
No seguimos asumiendo que los monjes son mejores meditadores que las personas casadas. Entendemos que el valor espiritual de cualquier estilo de vida se mide por cuanto nos permite alejarnos de nosotros mismos, para encontrarnos en el otro, libres del permanente auto-reflejo del ego.
Los evangelios nos muestran un Jesús que no contrajo matrimonio ni fue monje. ¿Dónde aprendió que Dios estaba en él y él en Dios? ¿Y cómo aprendió cómo comunicar esta experiencia del “Reino” a la gente común con enseñanzas tan simples y profundas? ¿Qué lo llevó finalmente a la completa centralidad en el otro, por la cual dio su vida?
Sabemos que fue a su Cuaresma de cuarenta días, y surgió después de haber logrado dominar los impulsos del ego y con el poder del Espíritu para cumplir con su misión. Sabemos que comúnmente se retiraba a lugares y momentos de silencio y quietud. Tal vez sea todo lo que necesitamos saber – lo que él supo – y luego repetirlo para ver que él es nuestro maestro. Y más tarde, para descubrir cómo él es también nuestro camino al Padre.
Laurence Freeman OSB
Traducción: Ana Silva