Sábado de la 5ª semana de cuaresma 2015. 28 de marzo

Juan 11:45-56: Se fue a la región cerca del desierto, y permaneció con sus discípulos.

En las instrucciones de antes del despegue de un avión, habrás oído escuchar que en caso de emergencia debes dejarlo todo, incluso los zapatos. Me pregunto cuántos intentarán agarrar su bolso de mano, o laptop, o tomar los documentos del bolsillo del bolso. Debe ser tan difícil hacerlo durante una crisis así como lo es dejar todo atrás durante la meditación diaria. Pero así son las cosas y los pensamientos.

Cuando los pasajeros del vuelo 9-11 se preparaban para su final, parece ser que tenían solo una preocupación. Debieron estar espantosamente empujados a un completo desapego como lo puede estar una persona condenada esperando la ejecución o como alguien que tiene una enfermedad terminal. Muchos de ellos únicamente quisieron llamar a las personas que amaban y decirles que los amaban.

En los momentos críticos de su vida, Jesús estuvo en soledad, pero estuvo sólo con sus discípulos cercanos. Cuando supo que era un hombre acusado esperando el llamado a la puerta a medianoche, o en su caso el beso del traidor en el jardín, su instinto fue ir al desierto – un lugar asociado tanto con la soledad como con lo más profundo de todas las relaciones, en lo más profundo del ser. Y fue allí con aquellos seres humanos a quienes él entendía mejor y quienes, por todos los defectos que tenían, lo entendían mejor.

La soledad es auténtica, y a menudo encantadora aún cuando es dolorosa. Estar solo o aislado es la ilusión de separación creada por el infierno. En la soledad somos capaces de tener una fuerte y profunda relación, porque en soledad descubrimos que somos seres únicos, aún si esa singularidad está asociada con la muerte.

Si en la meditación se trata de liberarse de las ataduras e ir al desierto de la soledad, se trata también del descubrimiento de la comunión con los otros que llamamos comunidad. Saber que estamos con compañeros discípulos en la presencia de nuestro maestro es, aún cuando las cosas se caen a pedazos, una fuente de incomparable alegría.

Laurence Freeman OSB

Traducción: Leonardo Fabián Toriggia

 

 

 

 

 

 

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