28 de Junio 2015
Extracto de Laurence Freeman OSB, “Dearest Friends,” The World Community for Christian Meditation International Newsletter, Invierno 2000.
La certidumbre del fundamentalismo debe ser sacrificada y debemos aceptar que la duda radical nos cuestione. Nuestra experiencia con la muerte de la certidumbre es también la muerte del deseo – el deseo egoísta de estar en lo cierto, lo correcto, estar seguros, ser mejores que los demás. Esta muerte es nuestro compartir en la cruz. El renacimiento del deseo que sigue es el deseo transformado que surge de un corazón puro en la visión de Dios. Este “deseo de Dios” es diferente a cualquier otro deseo que hayamos conocido. Y aun así, “Feliz es la persona cuyo deseo por Dios se ha vuelto como la pasión de un amante por su enamorada,” como dijo San Juan Clímaco. Es algo que no se acaba ni nos lleva a explotar a otros para consumarlo. Es a la vez deseo y liberación del deseo tal como se experimentaba con anterioridad.
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La meditación es purificación del corazón y la muerte del deseo. Así como hay un nacimiento por cada muerte, también está la regeneración del deseo como deseo por Dios. Este nunca puede ser el deseo por un objeto de satisfacción del ego. Pero es sobre todo, un deseo por nuestra propia felicidad: nunca podemos desear ser infelices. El deseo de Dios…es deseo de ser felices al ser obedientes a la ley del amor. Esta ley establece que la única clase de deseo que nos hace verdadera y permanentemente felices es el desear la felicidad de los otros.
Después de la meditación: de Simone Weil, “Last Thoughts,” WAITING ON GOD (London: Fount, 1977), p. 46.
Nuestro amor debería extenderse a través de todo el espacio, y debería estar distribuído por parejo en cada porción de él, como la misma luz del sol. Cristo nos ha mandado que obtengamos la perfección de nuestro Padre Celestial imitando su entrega ilimitada de luz.
[. . .] Tenemos que ser católicos, eso es no limitados por ni una cosa creada, a no ser que sea la misma creación en su totalidad…Estamos viviendo en tiempos sin precedente y nuestra situación universal actual, que antes podría ser implícita, ahora tiene que ser totalmente explícita. Tiene que permear nuestro lenguaje y toda nuestra forma de vida.