10 de enero 2016
Extracto de John Main OSB, “Healthiness of Spirit” en FULLY ALIVE, serie de pláticas de Meditatio 2011-D, Oct-Dic. (London: WCCM, 2011) págs. 9-10
El espíritu humano que está sano demanda expansión. Todos necesitamos espacio para respirar, para expandirnos, para llenar nuestras vidas con la verdad, con amor. Y si estamos sanos, sabemos que debemos cruzar la frontera hacia lo que está más allá.
Es espíritu sano es el de un explorador. No debemos estar atemorizados por el más allá. No estamos demasiado cansados para buscar lo que está adelante. El espíritu que verdaderamente está sano sabe que no hay futuro a menos que se entregue a él con todo el corazón.
La meditación sencillamente es un camino para llegar a ese estado de salud de espíritu, ese estado en el cual nuestro espíritu no es asaltado y agobiado por los asuntos triviales de lo meramente material; un estado en el cual, porque estamos abiertos a la última verdad y al último amor, estamos convocados más allá de lo meramente trivial. Estamos llamados a vivir la vida no desde la superficie sino a vivirla en la fuente.
La última frontera que estamos llamados a cruzar es la frontera de nuestra propia identidad, la frontera, en otras palabras de nuestra propia limitación, nuestro propio aislamiento. Ser uno con todos, uno con el Todo. Para practicar en las profundidades de nuestro ser a la que Jesús continuamente nos llama: la que quiera encontrar su vida primero debe perderla.
La disciplina del mantra y la disciplina del diario regreso a la oración es simplemente el compromiso de hacer a un lado todo lo que es pasajero y a vivir nuestra vida en la fuente de todo ser. Es por eso que debemos dejar atrás todas las imágenes, todos los pensamientos, todas las ideas e imaginaciones; y debemos estar en silencio, tan profundamente silenciosos como podamos, en la presencia del autor de la vida, el autor del amor.
Después de la meditación: un extracto de Christopher Hedges, “Acts of Love” en Truthdig.com publicado el 2/19/12
El ser humano aislado nunca puede ser plenamente humano. Y para aquellos que han sido separados de los otros, para aquellos enajenados del mundo que los rodea, los falsos mandamientos de raza, nacionalismo, causa gloriosa, clase y género, compiten con gran seducción, con el mandamiento de amor. Estos falsos mandamientos- y los vemos como se nos ofrecen todos los días- están basados en la exclusión y el odio más que en la universalidad. Estos falsos mandamientos no nos llaman a la humildad y la compasión, al reconocimiento de nuestras imperfecciones, sino a una forma de auto-exaltación disfrazada de amor. Aquellos más capacitados para desafiar estos falsos mandamientos son aquellos que están arraigados en el amor.
Traducción: Guillermo Lagos