Jueves después del miércoles de ceniza, 11 de febrero 2016

Los cristianos no son los únicos que tienen una temporada especial para el desarrollo espiritual. Monjes budistas, especialmente Theravadas, tienen Vassa, cuando, a causa de las lluvias monzónicas, renuncian a su deambular y permanecen en el país durante tres meses.


Los monjes dedican más tiempo a la meditación, el estudio y la enseñanza de los monjes más jóvenes. Los laicos también intensifican sus prácticas espirituales y buenas obras (incluyendo la alimentación de los monjes).

Los musulmanes respetan el Ramadán, el mes en el que se transmitió el Corán, por no comer o beber entre el amanecer y el atardecer. Esta es la intención de renovar su enfoque en la oración. Tratan de recitar todo el Corán, también evitan la ira y la malicia. Como comen menos, aumentan su alimento espiritual.

Los occidentales secularizados evitan el ángulo religioso con motivos menos trascendentes, pero por un período determinado pueden ponerse a dieta, se inscriben en un curso o van al gimnasio.

Los cristianos se sienten inspirados por el símbolo bíblico del desierto como un lugar de purificación, reducción a lo esencial y encuentro con Dios. Su duración es de 40 días (46 si se incluyen los domingos, en los que algunos sienten que no es apropiado ningún respeto por la Cuaresma, ya que siempre se celebra el día de la Resurrección). Es una preparación para el misterio pascual, por lo que uno puede entrar en Pascua más conscientemente y con más fruto. También es una imitación de los cuarenta días (un número completo) que Jesús pasó en el desierto, fue tentado por el orgullo, el poder y la autonomía en diferentes asaltos del ego, pero salió fortalecido, esclarecido y preparado para su misión de vida.

En una cultura de la celebridad idolatramos a aquellos que crean con éxito una auto-imagen pública única que los hace la envidia de las masas. Personalidades del deporte, actores o rockstars ejemplifican el objetivo de estar de pie ante la multitud, para que la gente pueda imitar su estilo e incluso sus ideas. La celebridad es, pues, una trampa, contradictoria en sí misma, imitando lo inimitable.

Los ejemplares espirituales no son celebridades, tanto porque no tienen interés en la fama cuanto porque están felices de ser imitados y destacados. Son sabios - exploradores sabios que viven en armonía con su entorno y tienen el bien de los demás como su primera prioridad. "No he venido para juzgar al mundo, sino para sanarlo. Yo he venido para que tengáis vida en toda su plenitud" es como Jesús lo expresa. No están siendo concientes sobre su propio desempeño o viendo sus calificaciones. Ellos enseñan con el ejemplo inconsciente muy consciente, que es el alma del altruismo.

El peregrino cuaresmal debe ser feliz de imitar a tal maestro, y con ello eliminar los obstáculos, los accesorios y los malos hábitos que le impiden avanzar.

Seguir la enseñanza y el ejemplo de Jesús con respecto a la interioridad y su retirada frecuente de la actividad a la contemplación, de la plaza del mercado al desierto, está implícito en nuestras disciplinas elegidas de la Cuaresma y especialmente en el doble pulso rítmico de la meditación diaria.

Traducción: Marina Müller

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