14 de febrero 2016

De John Main OSB, “The Accuracy of Sacrifice” MOMENT OF CHRIST (New York: Continuum, 1998) págs. 113-114


El reto para nosotros es no rechazar al mundo ni rechazarnos a nosotros. El reto es aprender a sacrificarse. Al sacrificar ofrecemos algo a Dios, y en la ley Judía era ofrecido “el todo” de la cosa ofrecida. Se llamaba Holocausto. No se retenía nada. Todo era entregado a Dios. Esto es lo que la meditación hace a nuestra vida.

El mantra, nuestra meditación, nos permite perdernos por completo, ofrecernos como ofrenda, en nuestra totalidad, a Dios (….) Lo maravilloso de la meditación es que en este auto-sacrificio y pérdida del ego, la presencia de Dios se vuelve nuestra presencia y la generosidad de Dios se vuelve nuestra generosidad. Conforme perseveramos en la meditación la pérdida del ego se vuelve más completa, el sacrificio se vuelve más y más perfecto, y así la generosidad aumenta constantemente.

Es por esto que les enfatizo con frecuencia la importancia de repetir el mantra desde el principio hasta el final de la meditación. Ningún pensamiento,  ninguna palabra, imaginación, o idea. Recuerden el holocausto, el sacrificio. Tal vez esto sea lo más grande que podemos hacer como seres humanos- ofrecer nuestra conciencia a Dios. Al ofrecerla nos volvemos plenamente conscientes. Esta es la experiencia de San Pablo cuando se refiere a la cercanía de Dios. “La paz de Dios, que está más allá de nuestra comprensión, va a custodiar sus corazones y sus pensamientos, en Cristo Jesús” Lo que tenemos que aprender es buscar esa paz en forma absoluta.

Después de la Meditación, de Mary Oliver, “The Teachers” en RED BIRD (Boston: Beacon Press, 2008) págs. 27-28

Los Maestros

Búho en la mañana negra

Ruiseñor en las ardientes                 

inclinaciones de la tarde soleada 

declara simplemente                                                                                      

al mundo            

todo lo que he tratado

pero aún no he podido

poner en palabras,               

así que no voy

lejos de aquella escuela                                              

con su estrella brillante

o cielo azul,

y escucho a aquellos maestros

y otros también-el viento en los árboles

las olas del agua-

porque ellas son lo que me guían

de la sequía del ego

donde laboro

los pasos-mentales del lenguaje—

solitario, como estamos

todos en el singular,

escucho con atención 

a las exuberancias 

del ruiseñor y el búho, 

las olas y los vientos.

Y entonces, como la paz después de un discurso perfecto,

tal quietud.

 

Traducción: Guillermo Lagos