Mensaje de diciembre: 20 aniversario de la WCCM

El P. Laurence Freeman OSB escribe en diciembre 2011, refiriéndose al vigésimo aniversario de la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana

 

 

 

Estimados amigos:

Últimamente me he sentido fascinado con las nubes. No con La Nube del no Saber, ni cuando nos vemos sacudidos con un arpón de amor ni tampoco con la Nube del Olvido en donde sacamos para afuera nuestros pensamientos; lo mío son las nubes ordinarias. Los seres humanos deben haberlas observado desde que se interesaron en el mundo que los rodeaba y el mundo que se encontraba por encima de sus cabezas. No obstante, curiosamente, no fue hasta principios del siglo XIX que alguien categorizó  las nubes y les dió un nombre. Aunque son notoriamente inestables – puedes ver en las nubes tantas formas como las que tu mente pueda crear como imágenes, o tantas historias como tu imaginación pueda hacer que las nubes sean sus metáforas -. No obstante las nubes siguen ciertas reglas.

Creo que existen veintisiete estados de nubes, cada una de las cuales posee un símbolo internacional que es utilizado por los meteorólogos y los pilotos como una forma rápida de reportar el estado del cielo. No obstante, al igual que toda jornada espiritual, - la que también sigue ciertos estados y moldes recononocibles -, cada firmamento es único cada vez que lo observamos. Por lo tanto, no deberíamos tomar los sistemas de clasificación como ciertos – no importa cuan cómodos nos resulten los rótulos que podamos tener a mano - .

Las nubes se forman a distintas altitudes. Por lo tanto, existen capas de nubes bien separadas unas de otras, que se mueven a diferentes velocidades y que poseen diferentes niveles de densidad. Estas capas pueden influenciarse unas a otras y fluir juntas y, para el ojo entrenado, pueden predecir el tiempo que tendremos abajo.

Mirar al cielo desde el suelo hacia abajo, desde un avión a las nubes, puede ser una práctica contemplativa. Desconceptualiza la mente (por lo menos hasta que pretendes ver tus propias formas e historias en las formas desdibujadas) y desconecta las emociones del apego al miedo, al deseo o al enojo (por lo menos por algunos momentos, pero el tiempo suficiente para recordarnos que no somos solo lo que pensamos o lo que sentimos).

Nunca me he sentido feliz de orar a “nuestro padre celestial” porque los cielos no son el lugar en donde nuestros pies están plantados y la palabra “padre” expresa solo la mitad del misterio. No obstante, si pienso en las nubes,  tiene un poco más de sentido. Mirar al cielo nos recuerda que pertenecemos tanto a ese lugar como a la tierra,  aunque  es una parte diferente de nosotros la que se relaciona con lo que está arriba. Si la tierra es nuestra madre, el cielo es el padre y cada uno de nosotros somos el resultado de esta unión. Para poder experimentar esto, es mejor estar afuera o en una iglesia sin techo o formando parte de un monasterio sin paredes. Allí sentimos realmente cuán ilimitado es el espacio del espíritu; y la razón por la cual no existen barreras que nos separen de donde pertenecemos o de aquellos con los que compartimos esta perespectiva y su experiencia de libertad.

Veinte años atrás, el Seminario John Main tuvo lugar en New Harmony, Indiana, que a su vez fue fundada en el siglo XVIII por una comunidad utópica. Al igual que muchas de estas comunidades, pronto entró en la realidad “de los ladrillos” y se disperó, pero el pueblo se adaptó al paso de los siglos, como las instituciones en un punto olvidan para qué fueron creadas. Luego, por el idealismo apasionado de Jane Blaffer-Owen (que amorosamente albergó al seminario y al padre Bede Griffiths que lo condujo),  fue revivido  como un centro espiritual y filantrópico, nueve años luego de la muerte de John Main.

El padre Bede insistió en hablar de las enseñanzas de John Main sobre meditación y su relación con la comunidad. Sus charlas fueron publicadas como como uno de los libros mas accesibles del padre Bede Griffiths: Nueva Creación en Cristo: Meditación y comunidad. Como celebración del aniversario, los videos de sus charlas también están disponibles para bajarlos de la web de la comunidad www.wccm.org

Las charlas estuvieron llenas de su característica intensidad y gracia en un amplio salón; pero las meditaciones y la Eucaristía tuvieron lugar en la iglesia sin techo, un jardín emparedado, que pretendía ser igualmente acogedor para creyentes de toda clase. Y fue en este lugar que el Monasterio Sin Paredes que ya había nacido y crecido globalmente, comenzó a llamarse la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana. Se congregaron meditadores de todas partes del mundo, algunos de ellos habiendo comenzado su camino directamente con el Padre John, mientras que otros habían sido guiados a la meditación por el espíritu de sus enseñanzas. Todos estábamos preocupados en cuanto al futuro de la comunidad que, como solía enseñar el padre John, existe entre personas que meditan juntas. Todos estábamos atrapados en esa sensación del momento que vivíamos, una conformación espiritual formándose y creciendo y nosotros formábamos parte de ella. Pero al mismo tiempo sentíamos que si esta comunidad evolucionaba hasta alcanzar su pontencial, necesitaría, como todas las cosas nuevas, alguna ayuda, alguna estructura y organización.

Fue un momento de Pentecostés. No éramos conscientes completamente de lo que estaba ocurriendo hasta que finalizó el Seminario y nos fuimos. Pudimos observar entonces que habíamos estado de acuerdo en algo que ahora necesitaba ser atendido.  Podemos adivinar cuán colaborativo fue el proceso de discernimiento, cuando pensamos en el nombre difícil de manejar que le dimos a nuestro grupo, y las horas que pasamos debatiendo los méritos de “para” y “de” en el nombre asignado – un impasse finalmente resuelto por el padre Bede quien pensó que primeramente deberíamos ser una comunidad “para” la  Meditación Cristiana.

Las comunidades necesitan organización, al igual que las familias, los clubes de observación de las aves y las agencias internacionales de esparcimiento. Siempre existe el peligro de que la organización se convierta en lo más importante y un fin en sí misma antes que una facilitadora de los medios. Pero sin organización – el “buen orden” que San Benito sostiene que debe ser mantenido para que la comunidad no sea una comunidad triste -, también existe el peligro de perder el principio para lo cual fue fundada.

En varias de las etapas del desarrollo de la Comunidad, se me dijo que estábamos creando demasiada estructura, que éramos demasiado grandes, con demasiadas actividades. Siempre he prestado atención a estas críticas, ya que temperamentalmente tiendo a simpatizar con esta perspectiva, prefiriendo las decisiones espontáneas a las largas interconsultas y los acuerdos flexibles a los procesos formales. Pero afortunadamente hemos sido bendecidos con una comunidad que contiene  muchos temperamentos y puntos de vista que tienden a complementarse unos a otros, beneficiando el trabajo y la perpectiva con la que todos estamos comprometidos. Mi sensación, luego de veinte años, es que aún somos, en primer lugar, una comunidad y luego somos una organización. Cuando las personas dicen que estamos demasiado organizados me gustaría mucho que me dijeran por qué creen que es así.

Los monasterios sin paredes y las Iglesias sin techo, son como los libros sin páginas o los edificios sin ladrillos. Tal vez es esto lo que San Pedro quería sigmificar cuando se refería a  nuestras vidas como “piedras vivas construídas en una casa espritual” (1 Pedro  2:4). Semejantes entidades son difíciles de definir y mantener unidas. Pero permiten espacio suficiente para la expansión y el crecimiento en todas direcciones. Por supuesto que el crecimiento en el ámbito humano necesita también de un propósito formal, o puede llegar a ser caótico.

El desafío es como poder preservar el espacio de ser “sin paredes” y “sin techo” y al mismo tiempo proveer de alimento y refugio a los peregrinos. La respuesta solo puede referirse a un sentido de comunidad que sea inclusiva y construida por las personas que transitan juntas el camino por el tiempo que quieran permanecer unidas. El padre John, que manejaba muy bien el saber cuándo renunciar a una fase de la vida para arrojarse al proceso de cambio en la próxima fase, decía que él creía que el monasterio ideal debía ser construído con carpas. Esto les recordaría a los monjes que no tienen una morada fija y que debían estar preparados para abandonarla en cualquier momento.

 Vivir en una carpa de campaña es una cuestión de percepción. Cuando se nos otorga una gran mansión con tesoros de arte y se nos permite mudarnos un tiempo antes de lo que el benefactor deseaba y antes que hubiera quitado todos los muebles y las piezas de arte que quería mantener, significa que nos acostumbraremos a vivir con estos maravillosos artefactos  y,  por supuesto, nos apegaremos a ellos. Luego un buen día, durante muchos días, un hombre llegará de sorpresa y se llevará las cosas restantes, dejándonos a nosotros luchando con nuestros sentimientos de pérdida. El padre John se deleitaba cuando tenían lugar estos reclamos y decía que no se le ocurría una forma mejor de enseñarnos cómo vivir en el espíritu de la meditación. El vivía en una carpa de campaña, el resto de nosotros estábamos prisioneros entre paredes.

Tal vez los aniversarios sean intentos de colgarnos a las cosas, a los recuerdos que siempre se disipan como las nubes, a las posiciones alcanzadas, a las esperanzas que deberíamos haberse dejado de lado. Pueden ser formas arbitrarias de medir las dimensiones ilimitadas del espíritu. La expresión “maldición de la dimensionalidad” se refiere al fenómeno que nos dice que cuanto más tratamos de organizar o de analizar algo, más se incrementa su volumen. Es lo mismo cuando tratamos de definir o hablar de Dios. Los aniversarios pueden correr el riesgo de ser ésto pero también son una necesidad humana y una causa de celebración. Un tiempo en el que hacemos una pausa para ser más conscientes del paso del tiempo, como las capas de las nubes sobre nuestras cabezas, de las cuales está compuesta toda experiencia humana.

El correcto uso de la memoria debería ser el de hacernos más presentes, y no el caer en una vaga nostalgia que nos haga complacientes. Estar más presentes significa que somos más conscientes del fenómeno simultáneo del nacimiento y de la muerte. No pueden estar separados. Yo siento fuertemente ésto siempre al final de cada año cuando teológicamente reflexiono sobre el nacimiento de Cristo, tanto históricamente como en el interior del corazón,  psicológicamente. Recuerdo la muerte del padre John, que hoy tendría 85 años, más joven que cuando el padre Bede condujo el seminario. No obstante, su temprana pérdida es inseparable del nacimiento de la Comunidad que todavía continúa creciendo a partir del breve pero intenso periodo de su enseñanza pública.

Los aniversarios nos otorgan un breve sentido de forma, en medio de los patrones cambiantes de nuestras vidas, y nos permiten percibir lo que se asienta más allá de toda forma. Desde esta perspectiva vemos que el nacimiento y la muerte están ligados, se unen como las dos puntas de una cuerda en el círculo eterno. En una capa más elevada, también podemos observar de qué manera este círculo sólo es trascendido totalment en la resurrección, el último estado trascendente  infinitamente dinámico.

Como escribió el padre Bede en su Nueva Creación en Cristo: La Resurrección no consiste meramente en las apariciones de Jesús a sus discípulos luego de su muerte. Muchos piensan que estas apariciones en Galilea y Jerusalém son la resurrección. No obstante, estas apariciones son simplemente para confirmar la fe de los discípulos. La verdadera Resurrección es el ir más allá del mundo en su totalidad. Es el pasaje de Jesús, de este mundo al Padre. No fue un hecho enmarcado en el espacio y en el tiempo, sino el pasaje más allá del espacio y del tiempo a lo eterno, a la realidad. Jesús pasó  a la Realidad. Este es nuestro punto inicial. Y es a este mundo al que somos invitados a entrar en la meditación. No tenemos que esperar la muerte física, sino que podemos entrar ahora en ese mundo eterno.Tenemos que atravesar las apariencias exteriores de los sentidos e ir más allá de los conceptos de la mente, para abrirnos a la realidad del Cristo Interior, el Cristo de la Resurrección. (Nueva Creación en Cristo).

La comprensión de Cristo por parte del padre Bede, al igual que el padre John, no fue tanto desde una mirada restrospectiva en el tiempo; sino que se centró más en la experiencia transformadora del Cristo presente. Para cada uno de ellos, la la meditación es el camino simple, inmediato y universal a esta presencia.

 Mientras viajo por el claustro de nuestro “monasterio sin paredes” tengo el privilegio de poder meditar casi todos los días con personas de todos los estadios de esta jornada interior común. Ayudar a estas personas a comprender el camino que están transitando es una forma importante de ayudarlos a perseverar en él. Y por lo tanto, hablo a menudo sobre los estadios en cuanto a la repetición del mantra;  y soy consciente de cuánto tiempo durante  mi vida,  he tratado de encontrar nuevas formas de explicar la importancia de “repetir la única y pequeña palabra”.  Y pienso que ayuda, cuando estamos comenzando – y tal vez cuando piensen que la meditación es un ejercicio mecánico inútil y mistificado - decir que la fiel repetición conduce al crecimiento. Repetimos el mantra más sutilmente;  lo escuchamos más finamente; lo repetimos más gentilmente y lo decimos más fielmente. En el tiempo propio de Dios, puede conducirnos a parches de cielo claro y de silencio puro. Luego las nubes descargan su lluvia y queda solo el cielo puro de la mente de Cristo en donde el sol del Padre brilla para todos por igual. Esto no debería ser muy conversado o se convertirá en una meta imaginaria o en un objeto de deseo; y entonces las nubes del ego se agolparán para desatar una tormenta. No obstante, es importante saber que comenzamos moviéndonos a  repetir, luego a sonar para finalmente escuchar el mantra – todo hacia un lugar de esperanza pura, amorosa fe, y aceptación incondicional.

 El nuevo meditador necesita tener una suerte de mapa para su viaje. Aún los meditadores experimentados son beneficiados cuando se les reasegura que todavía están en el camino. Por momentos son removidas las indicaciones y las direcciones familiares. Y cuando nos perdemos,  siempre culpamos a alguien por no haber demarcado bien la ruta. Esto puede sucederle a un meditador experimentado luego de muchos años, cuando por ejemplo, tiene un ataque cardiaco, se ve cercano a la muerte y se siente perdido, imposibilitado de repetir el mantra y puede sentir que ya no podrá estar presente. Pero en ese momento ayuda el recordarle que no es esencialmente nuestro propio viaje sino Su viaje, no es nuestra oración, sino la de El. Y este puede ser un camino hacia un nivel superior de desprendimiento a partir de la meditación cuando, como acostumbraba a decir el padre John, “tú simplemente liberas el mantra y lo dejas libre en tu corazón”.

En otras ocasiones, cuando las personas se preocupan por el contexto espiritual o religioso de la meditación, es bueno recordarles que este viaje tiene también diferentes dimensiones de esas diferentes formas. Muchas personas comienzan hoy a meditar para bajar su nivel de stress o para incrementar su resiliencia  y bienestar  como ya han probado sus efectos las investigaciones médicas. No obstante, aún desde este nivel básico de motivación, somos conducidos a lo espiritual cuando nos damos cuenta que es más que nuestro colesterol lo que se ve afectado. Descubrimos en cambio, que podemos cambiar desde nuestro interior y que los frutos del espíritu – los más grandes de todos ellos especialmente - se comienzan a manifestar en todos los aspectos de nuestra vida, desde nuestra relación con nosotros mismos, a nuestro trabajo  y a nuestro sentido de responsabilidad social.

Más allá de estas cuestiones, algunos pueden elevarse a una capa verdaderamente Cristocéntrica de conciencia en donde la motivación para la meditación ya no es lo que conseguimos de ella – aún las cosas buenas -,  sino la propia unión con Cristo como una meta que no necesita ni justificación ni medida. Una comunidad está compuesta por personas de todos los niveles y transita todos los estadios del camino. Aceptar el propio lugar dentro de una red de unidad es un medio o una forma de trascender el ego. Es por esto que la comunidad no puede evadir el conflicto, porque ninguno de nosotros puede evitar la tarea de trascender el propio ego abriendo capas de vulnerabilidad y heridas pasadas que demandan la sanación del amor y la profundización de la fe.  Esta tarea es dolorosa por momentos, pero no obstante nos enseña a no temer el sufrimiento ni las muchas experiencias de muerte que finalmente nos conducen del aislamiento a la comunión. Nadie es obligado a permanecer en este proceso de comunidad, pero para aquellos que permanecen, la libertad del verdadero ser es encontrada más tempranamente.

Las tiendas de campaña de la vida contienen muchas opciones y algunas veces son corredores aparentemente sin fin. Para muchos hoy, esta libertad de elección es desconcertante y conduce a una suerte de vértigo. Pensé en ésto recientemente cuando me perdí en un laberinto de “duty free” de un aeropuerto y no podia encontrar el camino a la puerta de embarque. Esto fue diseñado por los constructores de ese espacio, que fue calculado para hipnotizar e insensibilizar al viajero y haciéndolos consumidores atraídos por el despliegue de brillantes y deslumbrantes escenarios, santuarios de las diferentes marcas de los dioses, con sus ofertas especiales e irresistibles. En la vida real, no obstante, somos peregrinos, no consumidores. Por lo general nos inclinamos a elegir el camino que promete preservar nuestra libertad de elección, lo que finalmente nos impide el compromiso radical y la verdadera pobreza de espíritu. Somos capaces de aferrarnos a cualquier cosa que impida que nos enamoremos verdaderamente en un amor  más profundo que el estadio de apego romántico en donde el ego aún goza del sentido de su propia pérdida. Y hasta ese momento, todavía nos sentimos seguros de tener el control de poder perder el control.

Solo con el tiempo vemos que el camino (de la meditación que finalmente  elegimos – si en realidad era un camino válido - es en realidad un camino para el cual fuimos destinados hace tiempo. “Ustedes no me eligieron. Yo los elegí a ustedes”, dice el Señor  a todos los verdaderos discipulos.

El reconocimiento de haber caído o de haber sido elegidos para el discipulado nos llega de sorpresa y es algo contra lo que podemos luchar por momentos. Se encuentra en el corazón de toda experiencia espiritual auténtica. ¿Que otro camino a la humildad, a la auto trascendencia y a la verdadera relación puede haber? ¿De qué otra manera, excepto en la verdadera devoción y auto entrega puede ser trascendida nuestra órbita del eego? Nada en la vida es verdaderamente real hasta que haya sido verificado con el sentido básico de ser un discípulo.

La meditación y la comunidad que ésta crea es la disciplina. Durante los siete años de la intensa radiación de sus enseñanzas, John Main nunca se desvió de la simplicidad esencial de lo que había descubierto, sino que condujo a los demás a conocerlo por sí mismos. Focalizarnos en esta enseñanza central ha ayudado a la comunidad a crecer de muchas maneras inesperadas y diversas, aunque unificadas. Porque lo verdaderamente simple también es universal, la simplicidad es el “talle único” que le queda bien a todos. Manteniéndolo simple y orientando la vida de la comunidad en esa simplicidad, hemos visto como este acercamiento a la meditación (no es la única en su tipo en el mercado) ha podido tocar y beneficar a una amplia cantidad de seres humanos en todas las culturas.

Durante mi reciente viaje a Asia, se me dijo que aún los niños de tres años respondían bien a la meditación. Pero nosotros sabemos, a partir del extraordinario trabajo comenzado en Townsville por Cathy Day y Ernie Christie apoyados por el Obispo Michael Putney, que los niños de la escuela de todas las edades pueden meditar, les gusta meditar y se benefician con ello. Sabemos, a partir de nuestra experiencia en Georgetown, que un lugar disponible para una meditación diaria regular en el campus de una Universidad beneficia a los estudiantes. Como podemos ver en la página web de Meditación Cristiana y la práctica del Paso 11, personas en recuperación del alcohol o las drogas entienden y toman a la meditación intuitivamente. Mucho más está por hacerse para llevar la meditación a los mundos financieros y de negocios; aunque un trabajo pionero ya ha sido comenzado por Peter Ng y Sean Hagan de nuestra comunidad. Y nuevamente seremos testigos a través del Seminario de Meditatio en enero de 2012 en Singapur “Fundamento común: la dimension contemplativa de la Fe”, que la meditación abre la profunda dimensión del diálogo interreligioso  y el de la acción para la justicia social.

La web de nuestra comunidad – actualizada para este año aniversario por Adriano Massi, nuestro siempre creativo coordinador italiano - nos muestra de qué manera la tecnología forma parte de la construcción de una comunidad espiritual global y moderna. Meditatio, una parte integral del alcance de la comunidad en evolución, ha demostrado de qué manera podemos traer los frutos espirituales de la meditación al contacto directo de las vidas de las instituciones seculares.

Cuando sentados, hace veinte años, escuchamos al padre Bede Griffiths y meditamos en la iglesia sin techo, no creo que hayamos imaginado todo esto. No hubiera parecido possible que este florecimiento de una enseñanza tan simple (y no obstante, por esa misma razón tan desafiante) fuera a concretarse de tantas diferentes formas. Pero mirando hacia atrás, más allá de este aniversario, a los últimos días del padre John – nueve años antes -, puedo percibir cómo las semillas de esta comunidad ya habían sido plantadas. Su propia caída a las profundidades del silencio y la comunión se hizo más evidentes a medida que se acercaba el 30 de diciembre; ya que me hablaba a menudo de su experiencia de ser empujado hacia centros de luz más profundos y aún más fuertes vórtices de amor. Esta es la energía de la comunidad.

Durante este año aniversario me he reunido con todos nuestros coordinadores nacionales en una serie de seis encuentros regionales que fueron posibles y muy fructíferos por las habilidades y dedicación de Pauline Peters, que es el nexo entre las comunidades nacionales.  Cada encuentro fue una revelación de la energía y creatividad existentes dentro de nuestra comunidad y por sobre todo del amor ilimitado que fluye desde la meditación. Las comunidades nacionales se acercaron geográficamente, con la ayuda de los países más desarrollados en el tema, ayudando a aquellos otros con necesidades de recursos.

Fue maravilloso ver en Jacksonville a los representantes de los países más ricos y de los más pobres del hemisferio norte hablando sobre sus diferentes formas de pobreza, enriqueciéndose unos a otros. Se discutieron las prioridades para el Programa Meditatio y muchas comunidades aceptaron el desafío de llevar la meditación a los niños,  al tiempo que se comprometieron en incrementar la traducción de los recursos disponibles. Discutimos la importancia de preservar el formato de los grupos de meditación semanales; siendo estos grupos el bloque de construcción básica de comunicación, animándonos unos a otros en la práctica. La Escuela, diestramente coordinada por Kim Nataraja y su equipo, adapta continuamente los patrones de cambio, escuchando los aportes nuevos y buscando nuevas formas de ayudar a las personas a comenzar y a continuar el camino.

Al tiempo que finalicé esta carta, tengo en mi escritorio dos nuevas publicaciones que me esperaban en mi retorno a casa. Una es el fruto del Curso Raíces que continúa guiando a muchos a la experiencia personal de la tradición mística cristiana en la cual meditamos: Journey to the Heart. Christian contemplation through the centuries (Viaje al Corazón: la contemplación cristiana a través de los siglos). Es un libro bellísimo y constituye nuestra nueva contribución a generar conciencia de la dimension contemplativa cristiana. El otro es la primera Revista Meditatio sobre educación que será un valioso agregado a nuestros recursos y tiene como objetivo llevar la meditación a las escuelas. Ambos son signos significativos de la dirección que transitamos.

Entonces, en formas que celebran el don que compartimos con los otros sumado a los talentos de nuestra comunidad, siempre tratamos de mantenerlo simple. La simplicidad, en nuestra práctica diaria y en todos los modelos de enseñanza de la comunidad, es el corazón de la meditación y también de la comunidad que crea. Debido a que deseamos crecer en profundidad al igual que en amplitud, aprendemos y re aprendemos las enseñanzas básicas  cada vez con mayor claridad.

La simplicidad es el camino más directo. Nos conduce a estas capas más elevadas de amor que penetró el padre John  y en donde nos espera nuestro verdadero significado.

Todas las bendiciones para la Navidad y el Año Nuevo y los próximos veinte años

Laurence Freeman OSB

 

Traducción de Magdalena Puebla

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