29 de enero 2012
De John Main OSB, “Muerte y Resurrección,” MOMENTO DE CRISTO (New York: Continuum, 1998).
Toda la tradición cristiana nos dice que si llegamos a ser sabios debemos aprender que nuestra verdadera morada no se encuentra aquí… Pero, la fantasía principal de tanta mundanidad opera desde el punto de vista completamente opuesto…
La sabiduría de nuestra tradición es que la conciencia de nuestra debilidad física nos permite ver también nuestra propia fragilidad espiritual. Hay una conciencia profunda en todos nosotros, tan profunda, que se encuentra escondida la mayor parte del tiempo, que debemos entrar en contacto con la plenitud de la vida, y con su fuente. Debemos hacer contacto con el poder de Dios y de alguna manera abrir nuestra frágil “vasija de barro” al amor eterno de Dios.
La meditación es una forma de poder, porque es la manera de entender nuestra propia mortalidad. Es la manera de enfocar nuestra propia muerte. Puede hacerlo porque se encuentra más allá de nuestra propia mortalidad, más allá de nuestra propia muerte, hacia la resurrección, hacia una vida nueva y eterna, la vida que surge de nuestra unión con Dios. La esencia del Evangelio Cristiano es que estamos invitados a esta experiencia ahora, hoy. Todos nosotros estamos invitados a la muerte, a morir a nuestra propia auto-importancia, a nuestro propio egoísmo, a nuestra propia limitación. Estamos invitados a morir a nuestra propia exclusividad. Estamos invitados a todo esto porque Jesús murió antes que nosotros y resucitó de entre los muertos. Nuestra invitación a morir es también una invitación a una vida nueva, en comunidad, en comunión, a una vida plena sin miedo. Supongo que es difícil estimar a qué le teme más la gente - a la muerte o a la resurrección. Pero en la meditación perdemos todo nuestro miedo porque nos damos cuenta que la muerte es muerte al temor y la resurrección es surgir a una nueva vida.
Cada vez que nos sentamos a meditar entramos en este eje de muerte y resurrección. Lo hacemos así porque en nuestra meditación vamos más allá de nuestra propia vida y de todas las limitaciones de nuestra propia vida en el misterio de Dios. Descubrimos, cada uno de nosotros desde nuestra propia experiencia, que el misterio de Dios es el misterio de amor, de amor infinito - amor que disipa todo temor. Esta es nuestra resurrección, nuestro elevarnos a la libertad plena que surge en nosotros cuando nuestra propia vida, muerte y resurrección están focalizadas. La meditación es la mejor manera de focalizar nuestra vida en la eterna realidad que es Dios. Una eterna realidad que se encuentra en nuestros corazones. La disciplina de decir el mantra, la disciplina de retornar diariamente a la mañana y a la tarde a la meditación tiene este logro supremo - focalizarnos totalmente en Cristo con una agudeza de visión que nos ve a nosotros mismos y a toda la realidad como verdaderamente es. Escucha a San Pablo escribiendo a los romanos:
“Ninguno de nosotros vive y ninguno de nosotros muere tan solo para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, morimos para el Señor. Ya sea que vivamos o muramos, somos del Señor.”
Después de la meditación, de W. S. Merwin, “The String.” THE RIVER SOUND (New York: Knopf, 1999), p. 133.
La Hebra
Noche la cuenta negra
una hebra la atraviesa
con el sonido de un respiro
las luces aún están allí
Desde hace mucho tiempo
cuando no eran vistas
por la mañana
me era explicado
que lo que
llamamos estrella de la mañana
y estrella del atardecer
son lo mismo
Versión española de María Rosa González
(http://www.poemadeamor.net/2005)
Traducción de Teresa Decker