Tercer jueves de cuaresma, 04 de marzo 2016
Hace poco tuve un encuentro con el Dalai Lama. En la mesa había dos pilas polvorientas de largas hojas de papel pulcramente impresos del texto en sánscrito de las enseñanzas de Buda, que él estudiaba en profundidad en ese momento.
Él lo había memorizado a la edad de ocho años, pero comprensiblemente no había disfrutado de esa tarea. A los doce, él lo había debatido formalmente con estudiantes y escolares. Ahora, setenta años después, como un violinista con una pieza de Bach que había sido parte de su repertorio por décadas, todavía estaba explorando lo profundo de la sabiduría en las palabras sobre el papel, y tal vez, más, la sabiduría contenida en los espacios entre las palabras. Habló sobre ello con tal entusiasmo y frescura como si lo hubiera descubierto recién.
Una vez yo me aventuraba en un hall de estudio rabínico al lado del Muro de los Lamentos en Jerusalén. Pensé que alguien había dejado la puerta abierta, y pretendiendo inocencia, entré a un atestado salón de estudios de la escritura. La alargada sala estaba llena de estudiantes jóvenes y viejos, meciéndose de un lado a otro, recitando - o murmurando - las palabras de la Torá. San Benito dice en su Regla que los monjes no deben molestarse unos a otros cuando leen durante la lectio, sugiriendo la lectura en voz alta en los espacios pequeños separados, que era la forma normal de lectura hasta la reciente edad moderna.
En la era de Wikipedia-Google pensamos que no necesitamos memorizar nada, y no pensamos mucho en la memoria, hasta que sentimos que nos está fallando o abandonando. Aunque el entrenamiento de la memoria es una forma de fortalecer el poder de la atención, lo que en gran medida determina nuestra calidad de vida. Aquellos que están distraídos permiten a sus vidas deslizarse entre sus ocupados dedos. Pensando que están adquiriendo una gran experiencia podrían de hecho obtener muy poco. Sienten las cosas de manera transitoria y no retienen impresiones duraderas. Las anotaciones hechas en una computadora portátil permanecen en el disco pero no se ahondan en la mente del que las escribe de la misma manera que lo haría con una escritura a mano.
Hay un gran interés en la 'consciencia de la mente' hoy en día. Esto es una señal esperanzadora de una cultura que toma consciencia de lo que está perdiendo antes de que olvide qué es lo que ha perdido. Pero hay varias clases de consciencias de la mente. Está aquella nacida de una reacción a una breve vivencia de manotazo involuntario a esta consciencia de pérdida, lo que viene a resultar otro síntoma de la degradación a una demencia cultural. Luego está la sostenida vivencia que transforma, nacida desde una práctica diaria de la meditación.
La Cuaresma es una época para reflexionar sobre las matices de nuestra sobrevivencia y nuestro florecimiento. El día a día y a lo largo de la vida.
Traducción: Marta Geymayr