Cuarto lunes cuaresma, 07 de marzo 2016
En 1419 la Junta de la Seda de Florencia estableció que el Hospital de los Inocentes tendría a su cargo el cuidado de los bebés no deseados. Un torno con una rueda que giraba hacia un solo lado se construyó para permitir que las madres pobres dejaran a sus bebés en un pasadizo que los cobijara con seguridad.
A lo largo de centurias se estima que más de 350.000 bebés fueron depositados y recibidos de esta manera. El hospital todavía sigue atendiendo a niños necesitados.
La amabilidad hacia los extraños es algo hermoso. Y misterioso. ¿Por qué, después de todo, tendríamos que hacernos cargo de gente y sus dependientes a quienes no conocemos, quienes no encajan en nuestro mundo social y los cuales tal vez nunca nos demuestren aprecio o gratitud? Como dijo el Papa recientemente, hay personas que construyen murallas en contra de los extranjeros que nos amenazan y hay otras que hacen todo lo posible para ayudar a los extranjeros como si fuesen de su propio origen.
Alí, el chofer de mi minicab en Londres es un joven inmigrante de Afghanistan. Hace alrededor de diez años, los talibanes penetraron en su villa y mataron a miembros de su familia. Su padre consiguió un poco de dinero y le dijo que se fuera del país. Él viajó a través de Irán a Grecia, luego atravesó Europa para finalmente esconderse en un vehículo para cruzar el canal. Fue una ingrata experiencia para un muchacho de 16 años. Le pregunté como lo habían tratado los oficiales que recibieron su solicitud de estatus de refugiado. ¿Fueron amables? Dijo que fueron muy buenos y le trataron con gran amabilidad. Le hospedaron en un hogar en el cual otros diez jóvenes refugiados eran atendidos por una madre del hogar, les enseñaban inglés y eventualmente les ayudaban a conseguir trabajo. Ahora él se siente orgulloso y seguro con su pasaporte británico.
Cuando me contó la amabilidad con que lo habían tratado me sentí tan aliviado como orgulloso de los ingleses. Tenía miedo que él pudiera haber sido tratado fríamente y aceptado con recelo y no calurosamente bienvenido. Cuando la chispa de la compasión salta de una isla de la humanidad a otra - todos estamos como islas aisladas en el vasto mar de la humanidad a veces - el mundo entero es transformado, la esperanza y felicidad retornan a las vidas tristes y solitarias.
La amabilidad gratuita de un extraño hacia nosotros despierta nuestra capacidad de ser amables con él y con otros. La inmensa fragilidad y vulnerabilidad del ser humano por más fuerte que pueda parecer, se revela y se comparte en la conexión. La amabilidad del extraño no es lo mismo que la filantropía. No es una dádiva. Es un encuentro de intimidad que redime. Cuando dos vulnerabilidades, que no se conocen, se encuentran, y son amables unos con otros, las puertas del cielo se abren y la luz del reino inunda nuestro oscuro y brumoso mundo.
Si lo hacemos bien en la Cuaresma, podríamos estar sintiéndonos un poco más capaces de esta extraordinaria percepción que cambia el mundo - de ver las necesidades del extraño como si fueran las nuestras.
Traducción: Marta Geymayr