Cuarto jueves de Cuaresma, 10 de marzo 2016

Cualquier persona o comunidad que no sienta una relación con los muertos ha perdido su alma. Empero los muertos se han vuelto extraños para nosotros. Esto no importa cuando involucra a aquellos que cayeron en batallas ancestrales o aún a contemporáneos de cuyas muertes oímos en las noticias.


Es doloroso cuando involucra a aquellos que amamos y les hemos entregado nuestro corazón. El que repentinamente se hayan movido de la amistad e intimidad que teníamos hasta el último respiro de su corazón es devastador. Mucho peor que cuando alguien de quien nos enamoramos en el tren se baja sin voltear a mirarnos. Los muertos que hemos amado se bajan del tren en el que nos sentamos juntos por años y no voltean a mirarnos.

¿Experimentamos la bondad de los extraños del reino de los muertos? Es bueno pensar que sí. ¿Podemos estar seguros que no son nuestras necesidades las que están creando este lazo de unión de amor que opera a través de todas las dimensiones de la realidad que ahora nos separan? Si no nos hacemos esta pregunta nunca podríamos estar seguros que la leche de la bondad humana puede fluir en ambos sentidos atravesando la frontera de la muerte. Hay algunas cosas sobre las cuales debemos estar inciertos si queremos sentirlas.

La amabilidad del muerto separado hacia nosotros la sentimos en un estado de incertidumbre. Como resultado del desapego de lo racional y las pruebas basadas en evidencias. La comunicación con los muertos basada en los sentidos, mensajes u objetos que se mueven es menos auténtica que aquella basada en la intuición del silencio y del corazón libre de pensamientos.

Se siente cuando nosotros que estamos vivos hemos alcanzado un nivel de silencio lo suficientemente profundo. En este silencio, en donde las dimensiones de espacio y tiempo se han colapsado hacia el interior, es donde existe la comunión de los santos. Aquellos que están ahí-y que pueden decir que no todos están ahí- son libres del individualismo que al mismo tiempo nos unió y nos separó en esta vida. El individualismo es lo que nos hace personajes reconocibles en la gran historia de la vida. Pero si la continuación de la vida en la siguiente dimensión fuera simplemente otro capítulo de la serie de televisión o el siguiente capítulo del libro solo podríamos aspirar a un anti-clímax. La extrañeza de la muerte debe (posiblemente) ser debido a que están vivos en una forma diferente.

El ser uno mismo y estar en unión es muy difícil de imaginar y aún más difícil de lograr. Sin embargo el anhelo más profundo de nuestro corazón, es una bondad que escapa de la telaraña de la fantasía y es al mismo tiempo verificada por una experiencia innegable de la realidad. Tal vez el significado de la vida después de la muerte consiste en conocer al extraño que es incasablemente amable con nosotros y a quién anhelamos entregar nuestro ser. Y tal vez estamos lo más cerca posible cuando pasamos más allá de la muerte escapando del jalón gravitacional del ego con sus fuerzas de deseo y miedo. Entonces nuestro abrazo al extraño se convierte en el encuentro de nuestro verdadero ser en el otro.

Esto es algo que puede pasar en cualquier momento del día o la noche, en cualquier parte, con cualquier persona, en cualquier período de nuestra vida. Incluyendo el Jueves de la cuarta semana de Cuaresma.

 

Traducción: Guillermo Lagos

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