Cuarto martes de Cuaresma, 08 de marzo 2016

Existe un grupo de Facebook para gente que se enamora de extraños mientras viajan en transporte público. Reportan no solo una curiosidad ociosa sobre alguien que parece atractivo sino una fantasía hecha y derecha.


Muchos empiezan a soñar con vivir juntos en familia, otros sin duda piensan en encuentros más calurosos. Pero esto es lo que se siente al enamorarse. Mientras dura, la pasión se impone a la imaginación y a los sentimientos y hay una sensación dolorosa de separación y pérdida cuando la persona con la que vas a pasar el resto de tu vida se baja en su estación sin voltearte a ver.

Al escuchar esto, me acordé mientras viajaba en el metro de Londres de una tendencia de juventud a esta clase de fantasías. (Desde que empecé a meditar, la mayor parte de las veces uso el tiempo para meditar, algo más productivo y menos inquietante.) Lo externo, espacios-públicos objetos de estas fantasías son, por supuesto, extraños; sin embargo algo acerca de ellos resuena en forma poderosa con nosotros que nos hace sentir que los conocemos-o casi los conocemos- y una relación íntima nos parece una posibilidad real.

Una parte de esta respuesta en genuinamente intuitiva. Generalmente somos muy rápidos para categorizar a los extraños: la psicología sensacionalista dice que nos toma siete segundos formarnos la primera (y esta se vuelve duradera) impresión. Pero aparte de la intuición que tenemos acerca de la gente comunicada por su lenguaje corporal, apariencia, tono de voz, y contacto visual, la mayor parte del enamoramiento en transporte público es pura fantasía. No podemos controlar a quien nos sentimos atraídos pero si podemos escoger si tenemos una fantasía con ellos.

Probablemente no le sucedería esto a una persona que se acabara de enamorar de una persona que forme parte de su vida real. Si le pasa con frecuencia a una persona que está en una relación de largo plazo puede sugerir que hay un problema, una necesidad de escapar. La fantasía se apresura a llenar el vacío. Es una indulgencia perdonable pero sin embargo peligrosa. Es posible que no sepamos que existe un vacío o que hayamos aprendido a negarlo. El ver a un extraño atractivo puede desatar simultáneamente la conciencia de que algo falta en nuestra vida y ofrece una fantasía para llenar ese sentido de escasez.

Hasta que no hayamos tenido un contacto no podemos llamar a esto “bondad de extraños” porque solo está sucediendo en nuestra mente y da vueltas sobre nuestra ansia de realización. No hay un regalo del ser. Ningún elemento de sacrificio amoroso. Como nos vamos preparando para la contemplación de la persona de Jesús en la Semana Santa puede ser un mejor uso del tiempo, en lugar de revisar a los pasajeros, reflexionar sobre Jesús. Él es un extraño para nosotros de muchas formas. Sin embargo él es quien nos ofrece la oportunidad de una intimidad más plena de la que nos podemos imaginar.

 

 Traducción: Guillermo Lagos

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