Quinto martes de Cuaresma, 15 de marzo 2016
Hace tiempo que había sentido que necesitaba una prescripción nueva y más fuerte para mis anteojos. Este sentimiento había crecido hasta volverse una certeza y parecía urgente. Pero me resultó difícil ir al oculista Polaco en Londres (quien ha cuidado de mi vista desde niño), dado que está prácticamente retirado, y me sentí un poco ansioso acerca del tiempo que había pasado desde mi última revisión.
Así que, cuando estuve enseñando en Singapur durante un tiempo, decidí romper la vieja costumbre y checar ahí mí vista. La tienda, ubicada en un pequeño centro comercial, era diminuta, abarrotada y económica. El excéntrico oculista Chino, que evitaba mirarme a los ojos hasta que me estaba examinando, no me inspiraba confianza. Si hubiera estado haciendo otra cosa adicional a examinar mis ojos hubiera buscado una excusa para marcharme. Extrañaba a mi viejo amigo en Londres. Me preguntaba si este hombre en realidad era un vendedor de calzado que estaba cubriendo a su amigo, el oculista real, o un pescador que examina la vista medio tiempo.
Después del examen hizo un gruñido indescifrable y puso a un lado sus antejos. Conforme estaba a punto de salir de la habitación sin ningún comentario adicional, le pregunté rápidamente si podría hacerme unos anteojos nuevos antes de que me fuera de Singapur. El me miró y dijo “no los necesita” y se fue. Lo seguí y confirmé que de acuerdo a sus exámenes mis anteojos actuales estaban muy bien para mí- “Pero…” empecé a decir y entonces pregunté “¿Cuánto?” “Nada”.
Entonces sus excéntricos modales y extraña forma de hacer negocios se clarificaron. Me di cuenta que le tenía confianza y me di cuenta de su habilidad e integridad. Pensé que tal vez estaba equivocado acerca de que mi vista se hubiera debilitado y lo cierto es que empecé a ver las cosas con más claridad cuando salí a la luz del sol.
Es muy fácil convencernos de que algo no es verdad, en nublar nuestra visión de la realidad. Esta es la forma de ilusión más peligrosa porque creer en algo sinceramente facilita el que podamos convencer a otros de que es verdad. Sociedades enteras y las instituciones más importantes pueden caminar primaveralmente hacia el desastre de esta manera como pasó en la última crisis financiera.
El encontrar a un profeta es conocer a alguien que habla la verdad como la ve y que también tiene la razón. Ayuda el confiar en ellos el que no tienen interés alguno o deseo de quedar bien. La verdad es suficiente para ellos. Para ver con claridad vemos a través de sus ojos.
“Nosotros sin embargo poseemos la mente de Cristo”
Traducción: Guillermo Lagos