12 de junio 2016
De John Main OSB, “Thought, Feeling, and Love”, THE WAY OF UNKNOWING (New York: Crossroad, 1990), págs. 103-104
La vida spiritual que está basada solo en el pensamiento probablemente sea tan árida como el polvo. La vida espiritual que se basa solo en la emoción es probable que nos conduzca al tipo de intolerancia religiosa que surge cuando nuestras emociones se salen de control. Nuestro llamado es a estar arraigados en el amor.
Por supuesto que los sentimientos y los pensamientos son parte de todo peregrinaje; sin embargo, la llamada de Jesús a cada uno de nosotros, es a trascenderlos para estar en la realidad del Dios todopoderoso, presencia eternamente amorosa en nuestros corazones. Lo que tenemos que descubrir en la meditación, y lo que cada uno debe descubrir si queremos vivir nuestra vida en plenitud, es que la realidad de Dios es el único cimiento sobre el que podemos construir. Cualquier pensamiento sobre Dios, cualquier emoción que concierna a Dios, está sujeto a las arenas movedizas de nuestros niveles cambiantes de conciencia. La meditación es el despertar a la realidad de Dios en aquel nivel en nosotros en donde no tenemos una imagen –santuario de él o una devoción de culto a Él, sino donde Dios está, en auto-entrega graciosa y pura. Esta presencia es la única y definitiva sanidad porque Dios es la realidad última. Solo en Dios podemos encontrar una gentileza inflexible. Solo en Dios podemos encontrar el valor para ver lo que está para ser visto, viajar por el camino que debemos de viajar. Solo en Dios podemos encontrar las fuerzas para aceptar nuestra cruz. Y solo en Dios podemos encontrar la cruz que sea una carga dulce y ligera.
En el trayecto del peregrinaje de nuestra vida no rechazamos el pensamiento; no rechazamos la emoción. Pero reconocemos qué si el peregrinaje nos va a traer a la realización del Ser de Dios, debemos trascenderlos a través de una disciplina que se convierte en una carga, dulce y ligera. Nuestra meditación es esa disciplina. (…)
Después de la meditación, de Willigis Jager, SEARCH FOR THE MEANING OF LIFE (Liguori: Triumph, 1996), págs. 81-82, 92, 264
La contemplación… es posible solo cuando la razón, la memoria y la voluntad han logrado descansar. Algo le pasa a la persona en oración. Ningún contenido cognitivo es aceptado; imágenes religiosas, visiones, discursos internos, y pensamientos piadosos son dejados atrás…. La contemplación es mirar fijamente. Algo le paso a quien ora. Es un despertar a nuestra propia esencia divina. (…)
El mantra captura lo infinito en lo finito…. No tiene nada de hipnótico, no tiene poder propio. Más bien refuerza las fuerzas que están presentes dentro de nosotros. Nos conecta con algo que está ahí desde el principio. (…)
Lo Divino duerme en cada persona como una semilla. Al igual que la semilla se desarrolla en Cristo Jesús humano así está diseñada para despertar y desenvolverse en cada persona, Cristo Jesús era completamente transparente. Dios brilló a través de él, lo levantó. Lo mismo nos tiene que pasar a nosotros también.
Selección: Carla Cooper
Traducción: Guillermo Lagos