18 de Septiembre 2016

Fragmento de John Main OSB, “Silence of Real Knowledge”, THE PRESENT CHRIST (New York: Crossroad, 1991), págs. 14-16


Cristo es luz. Cristo es la luz que da alcance, profundidad y unidad a nuestra visión. Sin la luz de Cristo nuestra visión estaría atada a lo parcial y nuestro espíritu no se podría mover más allá de si mismo hacia la libertad infinita… Nuestra conciencia, sin importar que maravillosa pueda ser, se mantendría como en la periferia como un observador… En cambio, gracias al poder de esta luz, el centro de nuestra conciencia está más allá de los límites de nuestras preocupaciones personales y descubrimos que nuestro centro verdadero está en Dios. No importa como cualquiera de nosotros lleguemos al inicio de esta travesía, lo importante es el hecho de iniciarla. Para iniciar, solo se requiere entrar a un momento de compromiso-una grieta en el muro del ego permite que entre la luz que fluirá con mayor potencia y poco a poco vencerá cualquier cosa que evite la transparencia.

El momento del compromiso está siempre sobre nosotros. No es un ideal abstracto o una posibilidad futura. Siempre es una realidad presente. La única pregunta es si estamos lo suficientemente presentes para reconocerla y responder. Cada momento es el momento porque todo el tiempo ha sido cambiado con un significado divino… Ahora es el momento aceptable. Cada momento de nuestra vida diaria es de vital importancia, porque el misterio de la transformación se trabaja en nosotros, a través de nosotros por el poder de Cristo. Ningún detalle es insignificante si es visto bajo la luz verdadera… Cada momento es de importancia suprema porque cada momento nos invita a la expansión del misterio y de la vida y de la luz verdadera.

 

Después de la meditación:  “Cosecha de Maíz 1956-Descanso de la Tarde”,  Tom Henen en DARKNESS STICKS TO EVERYTHING: Colllected and New Poems (Port Townsend, WA: Copper Canyon Press, 2013), pág. 133

Necesitaba una chaqueta de lona montado sobre el frío tractor rojo, el aire como hielo sobre la piel desnuda. El cielo azul sobre la arboleda de álamos que atravesé al regresar del campo, el acelerador hasta el piso, la carreta vacía que estaba jalando saltando con todos los baches del camino de tierra. Explosiones de vez en cuando en las ramas altas de los álamos arrojaban hojas como monedas echadas al aire. Mi padre, quien administraba la cosecha, estaba sentado en el suelo, recargado sobre la rueda trasera del tractor. En ese lugar, resguardados del viento comimos sándwiches de jamón y donas, bebimos café de una jarra de mampostería envuelta en papel periódico para mantenerlo caliente. El día otoñal derramaba el color dorado por todas partes: álamos, maizales, mazorcas apiladas, café mezclado con crema, el pelo de mi perro, Boots, que compartía nuestra comida. Y cuando mi padre y yo hablamos, bromeando con el perro feliz, no sabíamos entonces, pero aún las palabras que salían sin cuidado se quedaban para brillar en el fondo de la tarde clara y fría.

 

Selección: Carla Cooper

Traducción: Guillermo Lagos