6 de noviembre 2016
Un fragmento de Laurence Freeman OSB, CHRISTIAN MEDITATION NEWSLETTER, Vol. 34, No 3, Octubre 2010, págs. 4-5
El otro es esencial a la mente mística y amorosa. La alteridad estimula la mente para que deje sus fijaciones y se expanda más allá de sí misma, engrandeciendo la visión que tenemos del mundo y de nosotros mismos dentro de él… Esto es un poco de lo que entendemos por el término una “mente católica”, porque se enfrenta abiertamente a lo que no puede describir o controlar. La mente católica busca intuitivamente incluir en vez de rechazar, aún cuando podría encontrarse frente a un abismo de diferencias con el otro…
Nos volvemos católicos en este sentido pleno y acogedor solamente a través del crecimiento, pasando por etapas de sanación e integración. Así que ninguno de nosotros es católico aún, ni siquiera el Papa. Siempre hay algún camino por andar. Pero la alternativa a este proceso…. Es la mente sectaria que objetiviza al otro y a través del miedo y el poder del placer, niega que es pura subjetividad, su forma de ser. Social e históricamente le hemos hecho esto a los inmigrantes, a los judíos, a los homosexuales y a otras minorías vulnerables, y también por supuesto, a la mitad de la raza humana través de la violenta exclusión patriarcal de las mujeres.
Al hacer estas cosas, nos excluimos de la totalidad y por lo tanto de lo Sagrado. Dios siempre es sujeto, el gran “YO SOY”, inmune a nuestros intentos de objetivizar y manipular. Nos encontramos con esta emanación pura de ser en la profundidad de nuestro propio silencio, no en una ideología o abstracción. Y la conocemos de formas distintas, en cada uno y en la belleza y la maravilla de la creación, el océano del ser, del sufrimiento y la felicidad, en la que nosotros y aun el creador nos hemos bañado. Debido a que este crecimiento requiere profundidad y la profundidad necesita el silencio, la mente católica… requiere de la contemplación. Pensar en la contemplación como un tipo de lujo, relajación u ocupación de tiempo libre erra completamente el significado de la apertura de la mente católica como el único camino esencial que tenemos para glorificar a Dios.
Después de la meditación: Simone Weil, Carta 6, Mayo 26 , 1942, “Last Thoughts” en WAITING FOR GOD, tr. Emma Craufurd (New York: Harper Perenial Classics, 2001), págs. 49, 50, 51.
Los hijos de Dios no deberían tener otro país aquí abajo más que el Universo mismo, con la totalidad de todas las creaturas racionales que alguna vez ha contenido, o restringirá. Esta es la ciudad nativa a la que debemos nuestro amor… Nuestro amor debería estrecharse a lo ancho y amplio del espacio, y debería estar tan igualmente distribuido en cada porción del mismo, como la misma luz del sol. Cristo nos ha invitado a conseguir la perfección de (Dios) al imitar el otorgamiento indiscriminado de la luz… Tenemos que ser católicos, esto significa, no atados ni siquiera por un hilo a cualquier cosa creada, a menos que sea a la totalidad de la creación… Estamos viviendo en tiempos sin precedentes, y en nuestra situación presente, la universalidad, la cual anteriormente podría estar implícita, ahora tiene que ser completamente explícita. Tiene que permear nuestro lenguaje y la totalidad de nuestra vida… Es casi equivalente a una nueva revelación del universo y del destino humano… Se requieren más genios de los que se necesitaban en tiempos de Arquímedes para inventar la mecánica y la física. Hoy en día no es suficiente con ser un santo, sino que debemos tener la santidad que demanda el momento presente, una nueva santidad, en sí misma también sin precedentes… El mundo requiere genios que sean santos también, como una ciudad atacada por una plaga requiere doctores.
Selección: Carla Cooper
Traducción: Guillermo Lagos