18 de diciembre 2016
Un fragmento de John Main OSB, “The Oceans of God”, diciembre 1982 en MONASTERY WITHOUT WALLS: The spiritual letters of John Main (Norwich: Cantenbury, 2006), págs. 226-227
La dificultad más grande es empezar, dar el primer paso y lanzarse hacia la realidad de Dios revelada en Cristo. Una vez que hemos dejado la costa de nuestro ser, de inmediato nos montamos en la corriente de la realidad que nos da dirección e impulso. Mientras más quietos y atentos estemos, más sensiblemente respondemos a estas corrientes. Y por consiguiente nuestra fe se vuelve más absoluta y verdaderamente espiritual. A través de la quietud en el espíritu nos movemos hacia el océano de Dios. Si tenemos el valor de empujarnos de la orilla, no fracasaremos en encontrar la dirección y la energía. Mientras viajemos más lejos, más fuerte se vuelve la corriente, y más profunda es nuestra fe. Por un momento la fe es cuestionada por la paradoja de que el horizonte de nuestro destino parece que siempre se aleja. ¿A donde nos dirigimos con esta fe más profunda? ¿Cuándo llegaremos? Entonces, poco a poco vamos entendiendo el significado de la corriente… Y vemos que el océano es infinito. (…)
La única forma de conocer a Cristo es entrar en su misterio personal, en el silencio del amor, dejando las palabras e ideas detrás de nosotros. Las dejamos atrás para que podamos entrar plenamente en el amor al cuál la vida, muerte y meditación nos lleva a cada uno de nosotros.
Después de la meditación: Denise Levertov, “Candlemas”, THE STREAM AND THE SAPHIRE: Selected Poems on Religious Themes (New York: New Directions, 1997) pág. 11
Candelaria
Con certeza
Simeon abrió
sus ancianos brazos
a la luz infantil.
Décadas
antes de la cruz, la tumba,
y la nueva vida,
él conocía
la nueva vida.
Cuánta profundidad
de fe encontró,
volteándose iluminado
Hacia la profundidad de la noche.
Selección: Carla Cooper
Traducción: Guillermo Lagos