Jueves de la 2ª semana de Cuaresma, 16 de marzo 2017.

La cuaresma nos da la oportunidad de ver la vida como algo más que sobrellevarla, algo más que una interminable secuencia de problemas a resolver. Bajo el stress, así es como a menudo es vista la vida, porque el tiempo se contrae, la energía se disipa en pequeños estallidos de atención imperfecta, y un sentimiento de fallo y de estar perdiendo una cita importante va creciendo cada día más fuerte. Sigue leyendo. 

No es una sorpresa que el agotamiento sea un tema tan importante en tantas áreas de la vida actual.

Si consideramos a la vida como una exponencial serie de problemas que claman por nuestra ya disminuida atención nos estamos yendo hacia la dirección equivocada. Un dicho chino de asombrosa obvia sabiduría dice “si te mantienes yendo hacia la dirección que estás yendo, arribarás adonde estás yendo”. En otras palabras, arrepiéntete y cree en las buenas nuevas, o de lo contrario ve más allá del borde del precipicio. El arrepentimiento es un cambio de dirección que nos salva del desastre.

En lugar de ver la vida como imposiblemente problemática, ¿por qué no verla como artística?  Los tres pilares de la Cuaresma que hemos observado son maneras de desarrollar el arte de vivir por el resto de nuestra vida, como también durante este periodo especial de simplificación y enfoque.  El resultado de cualquier arte es la belleza.

“Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva. Contemplad, tú estabas dentro pero yo afuera, buscándote a ti. Y yo me precipitaba sobre las cosas bellas que tú habías hecho”.  San Agustín describe su gran cambio como un descubrimiento de la naturaleza de la belleza. Como Dostoievski, sintió la belleza como una salvación personal. Pero al ver el violento caos de su tiempo, el místico ruso dijo algo más: el mundo será salvado por la belleza.  

No la tecnología, no la ideología, no la política, ni el poder o el crecimiento económico, sino la belleza.  Esta no puede ser sólo belleza estética, arte, música o poesía. No sólo la belleza del mundo natural que tanto embelesa y deleita al artista y al místico pero que permanece invisible para aquellos cuya interioridad ha sido cerrada, como la de Agustín antes de su conversión.

Belleza es la ruptura del todo en una parte. Rompe las reglas, es excepcional.  Puede aparecer en un poema o en una pieza musical, en un bello rostro o voz, pero también en un gesto o un acto moral que nos sorprende y deleita y nos hace decir “guau, que bella (e inesperada) acción”.  La belleza nos cautiva porque no puede ser fabricada, sólo creada, y la creación es la fuente del asombro.

El problema más urgente que debemos resolver es la falta de percepción. Nuestra percepción de la belleza en el arte, la naturaleza o la conducta humana depende de que nosotros hayamos descubierto nuestra propia belleza y bondad. Si no podemos ver que somos bellos no podremos ver la belleza de una selva tropical, de la música que se convierte en nosotros mientras la escuchamos o de la heroica humanidad de aquellos que perdonan y muestran compasión sin tener otra razón sino porque es la cosa correcta y natural que hacer.

La meditación es una Cuaresma continua porque limpia permanentemente las puertas de la percepción, abriéndonos a este nivel primario de belleza. Esto es, sabernos a nosotros, no sólo como partes del todo, sino como una manifestación del todo.

Traducción: Javier Cosp Fontclara WCCM Paraguay

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