2 de abril 2017
Fragmento de Laurence Freeman OSB, “Dearest Friends”, Christian Meditation Newsletter, Vol. 30, No 1, Marzo 2006
La adicción es simplemente la trágica consecuencia de una identidad equivocada. Pensamos que esta substancia, o actividad, o persona nos ayudaría a encontrar lo que buscamos. De hecho, en realidad son demonios pretendiendo ser ángeles de luz… Cuando Cortez, el conquistador español del siglo XVI, llegó a las costas mexicanas, le pareció a los Aztecas como la realización de profecías religiosas. Le dieron una calurosa bienvenida y al fin se dieron cuenta, al costo de la totalidad de su cultura, que estaban equivocados.
Siempre nos abrazamos a nuestros redentores imaginarios, olvidándonos que ningún redentor verdadero permite que nos aferremos a él. “No se aferren a mi… aún no he ascendido al Padre”. El sanador verdadero permite que haya una relación, pero no permite que la relación se convierta en adicción. Para los primeros Cristianos Jesús era percibido como el médico del alma para la humanidad más que como el fundador de una nueva religión. Su significado más profundo— y todos los niveles de identidad que abrió con su pregunta “¿Quién dices que soy yo?— lo encontraron en la libertad que ofreció a aquellos que aprendieron de su gentileza y humildad. Esto fue posible especialmente para aquellos que aceptaron el ligero yugo de su amistad. Rendir esa libertad a cambio de otra dependencia es equivocarse en reconocerlo. “Él estaba en el mundo; pero el mundo, aunque le debía su existencia a él, no lo reconoció” es una advertencia tanto para nosotros en la actualidad como una descripción de lo que pasó durante su vida temporal. Él no podía ser más claro: se ofrece a sí mismo como el camino que, en su nivel más profundo, puede ser entendido como uno mismo con el objetivo. “El creer en mí no es creer en mi sino en quien me ha enviado. El verme es ver a aquel que me ha enviado” (Juan 12:44)
La paradoja en estas palabras es fácilmente descartada. Preferimos certezas racionales, definibles. Pero ¿qué tal si nuestras formas de percepción están inventando una realidad? ¿Qué tal que si lo que llamamos libertad en realidad es una adicción?... Los maestros del desierto entendieron que enfrentar las duras verdades de nuestra ilusión y dependencia es el fruto del trabajo de enfrentar muchas tentaciones. Es también en buena parte el significado de está alegre estación… Ellos le llamaban la lucha con los demonios, pero sabían que los demonios están adentro de nosotros. Nosotros simplemente evadimos la lucha al proyectarlos afuera. La integridad de la persona—la libertad de ser nosotros mismo y amar a los otros—está perfeccionada por las pruebas que acogemos cada vez que nos sentamos a hacer el trabajo del silencio.
Después de la meditación, “The Sould´s Friend,” THE SOUL OF RUMI: A NEW COLLECTION OF ECSTATIC POEMS, traducción Coleman Barks (New York: HarperCollins, 2001), pág. 190
Escucha a tu ser esencial, el Amigo: Cuando sientas melancolía, se paciente, y
también prudente, moderado en la comida y la bebida. Sé como
una montaña contra el viento.
¿Te das cuenta que poco se mueve? Hay dulces ilusiones que llegan
para tentarte. Crea alguna excusa para ellas, “tengo
indigestión”, o “Necesito
encontrarme con mi primo.” Tu pescas, el anzuelo con carnada puede valer cincuenta
o hasta sesenta monedas de oro, pero
¿en realidad vale tu libertad en el océano? Cuando viajes
permanece cerca de tu maleta.
Yo soy la maleta que contiene lo que amas. ¡Tu puedes ser
separado de mí! Vive con cuidado en la alegría de esta amistad, No pienses,
“pero aquellos otros me aman
También”. Algunas invitaciones suenan como el silbido
de la flor a la perdiz, amistosos, pero
no igual a como tu recuerdas el llamado del Amigo de tu alma.
Selección: Carla Cooper
Traducción: Guillermo Lagos