Domingo de Ramos, 9 de abril 2017
Una de nuestras necesidades más profundas es la seguridad. En nuestros primeros años, la seguridad física y emocional es indispensable para un desarrollo sano. En un buen hogar, los niños tienen espacio para probar y para provocar cruzando los límites establecidos por sus padres amorosos. Sigue leyendo.
Esos límites ofrecen tanto la necesaria seguridad que necesitamos como, eventualmente, las líneas rojas que hemos de cruzar, de la mano del valor que se alimenta de la seguridad recibida.
Como con cualquier estado de crecimiento y de salud, el secreto se encuentra en encontrar la dosis adecuada de tensión creativa.
Los niños acaban profundamente afectados por la injusticia y la traición. Estas faltas del ser humano agitan los cimientos seguros de nuestro mundo. También aumentan nuestra capacidad para entender el significado de la justicia y de la fidelidad y del mundo de la virtud, que va más allá de los sistemas que defendemos para mantenernos seguros dentro de nuestros límites. Si, como adultos, sólo estamos preocupados por la seguridad de nuestro entorno, no hemos madurado como seres humanos capaces ya de asumir una libertad genuina, la libertad de ver la alegría de ser ciudadanos del mundo de la virtud – el mundo de la bondad, la amabilidad, la humanidad y la compasión. En este mundo de gracia no hay fronteras.
Hoy, en reuniones cristianas alrededor del mundo, volvemos a contar la historia para la que nos hemos estado preparando durante la Cuaresma. Sólo tenemos un número limitado de oportunidades en esta vida para escuchar esta historia, tal y como es contada dentro de una comunidad de fe cuando los símbolos sagrados están particularmente radiantes. Cada año, durante la Semana Santa y de acuerdo a nuestra capacidad para prestar atención y estar presente, escuchamos e interiorizamos la historia de los últimos días de Jesús. La gran prueba de nuestra virtud y madurez espiritual viene de la mano de cómo él – y nosotros – nos encaramos a la gran inseguridad de la muerte. Jesús enseña cómo hacerlo. Si escuchamos con atención el final misterioso de la historia, cuando la luz y la vida brotan desde las profundidades más oscuras de la tierra, vemos que esta es una historia cuyo fin es, de hecho, un nuevo comienzo en el que el mismo miedo ha sido trascendido. Es la historia de todas las historias.
Esta historia se fundamenta en las más aterradoras y dolorosas inseguridades, que no se derivan del dolor físico sino del sufrimiento extremo generado por la traición. No hay nada peor que verse defraudado por alguien en quien habíamos depositado nuestra confianza. La desilusión nos llena de una rabia y profunda tristeza de las que no podemos consolarnos. También podemos llegar a darnos cuenta de cómo nosotros mismos hemos defraudado a otros. Con el tiempo, nos vemos forzados a reconocer que la traición es recíproca. Además, hay que ponerlas en contexto. Pero siempre hay traiciones donde nosotros somos la parte inocente. En este caso, el sufrimiento es agudo porque amenaza nuestro propia identidad. Esta es la razón por la que el abuso de los niños es un crimen tan enorme, frecuentemente cometido por aquellos que también han sido abusados. En las profundidades de su ser, el pecado contagia y requiere pues de una sanación profunda. La historia de hoy es sobre el poder de la sanación universal.
Según vas escuchando la historia de hoy - este año toca la versión de Mateo (Mt 26:14-27:66) - piensa un minuto en Judas, tan próximo, incluso en su nombre, a Jesús. No sabemos por qué Judas le traicionó, sólo que sintió remordimiento después. Su carácter es el prototipo de lo peor que podemos encontrar en las relaciones humanas. Aun así, Judas fue incluido en el gran perdón que, desde la Cruz, Jesús extendió a toda la humanidad en todas nuestras culpas privadas o colectivas. El perdón fue tal fuerza de misericordia que partió el Templo por la mitad ya que los templos son tan a menudo lugares que niegan la misericordia. Así, trabajemos en perdonar a Judas y en llegar así pues a la gran moraleja de esta historia.
Traducido por WCCM España.
Nota del Traductor – Me he conmovido traduciendo esta lectura. Me queda mucho camino por recorrer. Sigo preocupado por mantener la comodidad y seguridad de mi mundo. Y vivo sin darme cuenta de que por muchas faltas que tengan los demás, yo también tengo mucho por lo que ser perdonado. Tenemos que perdonar, de corazón, a todos, y extenderle una mano a quien le haga falta, por mucho barro que lleve encima y por mucho que nos cueste.