Sábado Santo, 15 de abril 2017

La muerte siempre es dramática. Es el cierre final. Los días después de la muerte, sin embargo, no son tan dramáticos. Más bien mundanos y sin color, son el principio de una lenta e implacable depresión. Los que se sienten abandonados en esta playa vacía de la existencia comienzan a adaptarse a este hueco que deja la persona amada. Sigue leyendo.

Sus vidas en un tiempo giraban alrededor de esta persona en formas que antes apenas estaban conscientes, y tocando profundidades en ellos de las que nunca se habían percatado con anterioridad.

Este debe haber sido el caso para aquellos afectados personalmente por la muerte de Jesús en la cruz. Los curiosos y la turba sedienta de sangre lo olvidaron rápidamente, simplemente otra víctima de los violentos tiempos que estaban viviendo. Sus familiares y amigos se han de haber desplazado a través de un espectro de vergüenza y culpabilidad, decepción, miedo y rabia.

Necesitamos este tiempo de duelo para lamentarnos y afligirnos y en ocasiones desesperarnos o enojarnos. El Sábado Santo simboliza este tiempo, una cuenca de agua sin agua, un puente roto a la mitad, una silla vacía, una cama a medio ocupar.

De todas formas, esto es cierto en la superficie. Pero desde las profundidades, más abajo, escuchamos el espíritu de Cristo penetrando todas las capas y niveles escondidos, olvidados y enterrados de nuestra consciencia, presentes en nosotros desde el principio de la evolución humana. Pero preferiríamos no saber, pues nos confundiría conocer cuántas etapas de desarrollo pre-humano aún están en nosotros, cuántos ancestros tenemos.

Mientras el aún no resucitado Jesús ara el infierno, esperamos su reaparición en el dominio humano, donde nos reconocemos. Pero, ¿le reconoceremos resucitado? Pronto veremos cómo hemos cambiado, cómo las cadenas que eran antes pesadas, ahora se han vuelto más ligeras y aún sueltas si las queremos probar. Comenzaremos, en los siglos que siguen, a sentir una nueva paz que reemplaza los viejos miedos, una nueva amabilidad que reemplaza la antigua violencia. Veremos conexiones que crecen entre lo preconsciente y lo consciente. De esta nueva consciencia, irán emergiendo nuevas percepciones de justicia, libertad humana y dignidad al ir entendiendo lo humano a la luz de su origen y objetivo.

Pero, ¿le reconoceremos resucitado? ¿A aquél que dijo ‘tú y yo formamos una sola e indivisible persona´?

Traducción: Enrique Lavin WCCM México

 

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