4 de junio 2017
Fragmento de John Main OSB, “Death and Resurrection”, MOMENT OF CHRIST (New York: Continuum, 1998), págs. 68-69
San Benito les dijo a sus monjes: “siempre mantengan a la muerte frente a sus ojos.” En el mundo moderno no hablamos de la muerte. Sin embargo, lo que toda la tradición Cristiana nos dice es que si queremos ser sabios debemos aprender la lección que aquí no tenemos “una ciudad permanente“. (Debemos escuchar) lo que los sabios de épocas del pasado y del presente nos dicen: para tener la vida en el foco debemos tener la muerte (en foco…). Hablar de la muerte es difícil para el hombre mundano. Ciertamente la principal fantasía de lo mundano opera basada en el punto de vista opuesto: no en la sabiduría de nuestra propia mortalidad, sino en la pura fantasía de que somos inmortales, más allá de la debilidad física.
Sin embargo, lo que la sabiduría de la tradición de San Benito representa es que la conciencia de nuestra debilidad física nos permite ver también nuestra fragilidad espiritual. Existe una profunda conciencia en todos nosotros, tan profunda ciertamente que con frecuencia está enterrada la mayor parte del tiempo, que debemos hacer contacto con la plenitud y la fuente de la vida. Debemos hacer contacto con el poder de Dios y de alguna manera, abrir nuestros propios frágiles “vasos de barro” al amor eterno de Dios, el amor que no puede ser apagado. (…)
Cada vez que nos sentamos a meditar entramos en los ejes de la muerte y la resurrección. Hacemos esto porque en nuestra meditación vamos más allá de las limitaciones de nuestra vida hacia el misterio de Dios. Descubrimos, cada uno en nuestra propia experiencia, que el misterio de Dios es el misterio de amor, amor infinito- amor que echa fuera todo nuestro miedo.
Después de la meditación: Ranier Maria Rilke, “Buddha in Glory” de THE ENLIGHTENED HEART: An Anthology of Sacred Poetry, ed. S. Mitchell (New York: Harper, 1989, pág. 131)
Centro de todos los centros, núcleo de núcleos,
almendra encerrada y crecientemente dulce-
todo este universo, a las estrellas más lejanas
y más allá de ellas, es tu carne, tu fruto.
Ahora sientes como nada se aferra a tí;
tu vasta coraza alcanza hasta el espacio sin fin,
y ahí los ricos, densos fluidos surgen y fluyen.
Iluminado en tu paz infinita,
un billón de estrellas van girando por la noche,
ardiendo muy por encima de tu cabeza.
Pero en ti está la presencia que
será, cuando todas las estrellas estén muertas.
Selección: Carla Cooper
Traducción: Guillermo Lagos