Cuaresma 2012. Viernes después del Miércoles de Ceniza.

El niño de 9 años espera, ilusionado, para contarte que corrió una 'maratón' de una milla en tiempo record. La señora de 90 años mira a los que ama ya sin la energía para relacionarse o responder y cierra sus ojos exhaustos. Los rangos y estados de la consciencia humana son tan vastos como la diversidad de culturas y costumbres alrededor del mundo. Un día estamos hambrientos de experiencia y desempeño. Al día siguiente ya no.

Ayunar es para cuando el novio está ausente, no para cuando está presente, nos dice Jesús en el evangelio de hoy. Pero una vez más, los opuestos convergen.

Queremos todo e igualmente queremos perder todo, estar libres y desapegados. Este sentimiento contradictorio causa mucha angustia y confusión hasta que caemos en la cuenta. Nos damos cuenta que en realidad es el mismo deseo – o una necesidad más profunda que algo tan obvio como un deseo. Ver esto nos llena y nos lleva más allá de la órbita de deseo y decepción. ¿Es egoísmo o frío desapego? De hecho no, pues la prueba de su autenticidad es que es un amor que trasciende los límites del apego.

Aprender a meditar comienza al aprender cómo meditar. Es extraordinariamente simple y la curva de aprendizaje consiste en ir aceptando esta misma simplicidad. Es más que auto-mejora o auto-entendimiento. La simplicidad nos proyecta más allá de estas formas limitadas de conocimiento e ilumina la vida como un peregrinaje. El viaje no consiste en auto-análisis, sino en auto-trascender, pero como dijo John Main, se necesita valor para quitar nuestra atención de nosotros y dejar ir lo que creemos que hemos logrado.

Cuaresma y meditar desarrollan este valor, como empezar con una 'maratón' de una milla.

Laurence Freeman, OSB

 

Traducción de Enrique Lavin

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