13 de agosto 2017

                                                         Photo via Visualhunt

Fragmento de Laurence Freeman OSB, “The Labyrinth,” JESUS THE TEACHER WITHIN (New York: Continuum, 2000), págs. 231-232


Si queremos abrazar la eternidad de la plenitud del ser (el “YO SOY” de Dios), debemos primero enfrentar la dura realidad de la impermanencia y el vacío. La tentación siempre es reducir la intensidad, hundirse en un menor nivel de conciencia, y aún a caer en sueño. El Buda advirtió contra la mente nublada en esta o cualquier otra etapa del viaje con estupefacientes, o sedativos, que levanten o bajen. Jesús urgió a todas las personas a permanecer totalmente conscientes:

Estén alertas, estén vigilantes. No saben cuándo llegará el momento… Manténganse despiertos porque no saben cuándo estará llegando el dueño de la casa. Al anochecer o en la mitad de noche, al amanecer o al cantar el gallo—si viene repentinamente, no debe encontrarlos dormidos. Y lo que les digo a ustedes, se lo digo a todos: estén despiertos (Marcos 13: 33-37)

En la carta a los Efesios, San Pablo dice que este estado de alerta nos guía hacia los “poderes espirituales de sabiduría y visión” y hacia la gnosis, de conocimiento espiritual. Pero aún con la fe más fuerte, el sentido triste de separación no se disipa inmediatamente aun cuando la sabiduría empieza a brillar. El muro del ego se puede sentir como un obstáculo insorteable, un callejón sin salida que no nos deja espacio alguno para correr. Pero, como nos recuerda la Resurrección, lo que parece y se siente como un callejón sin salida, no lo es. Al enfrentar nuestro egoísmo arraigado y reconocer su muerte lenta, la meditación nos ayuda a verificar nuestra resurrección en experiencia propia.

La ley de la naturaleza más baja, o karma, y el dominio del ego limitante reina hasta que aparece un hoyo en la pared. Al principio un ladrillo es removido, como por una mano invisible, y tenemos un vistazo de una perspectiva más allá de cualquier cosa que hayamos pensado con anterioridad o que seamos capaces de conocer. Es una experiencia y sin embargo es conocido de una forma diferente a cualquier cosa que hayamos experimentado anteriormente. Ya no somos solo la persona individual que pensábamos que éramos. La vida ha cambiado en forma irreversible. Vivimos y, sin embargo, como San Pablo, ya no vivimos.

Yo soy porque yo no soy.

 

Después de la meditación, de THE BEST OF MEISTER ECKHART, editorial Halcyon Backhouse (New York: Crossroads, 1996), pág. 96

“¿Cuál es la oración del corazón solitario? Mi respuesta es que el desapego y el vacío no pueden orar, porque quien ora desea algo de Dios: algo que sea añadido… O algo que sea quitado. Pero el corazón que está desapegado no tiene deseo de alguna cosa, ni tiene algo de lo que deba ser librado. Por lo que no tiene oración alguna; su única oración es estar unido con Dios."

 

Selección: Carla Cooper

Traducción: Guillermo Lagos