10 de septiembre 2017
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Un fragmento de Laurence Freeman OSB, “Dearest Friends”, Boletín Internacional de la WCCM, Invierno 2001
La paz interna es difícil de encontrar en tiempos de conflicto y miedo. Se nos dificulta sentarnos en quietud cuando la mente y los sentimientos están en estado de agitación. Es fácil dejar la meditación durante estos períodos, justo cuando más la necesitamos. Por eso ayuda el ver nuestra meditación como algo que no solo es para nosotros. Si fuera así, seríamos meros consumidores religiosos. El significado de la meditación está en sus frutos, especialmente en el amor y el servicio a otros. Cuando tenemos paz interior vamos hacia los demás con compasión. Si carecemos de ella, todo lo que hacemos está sujeto a los deseos del ego, la ira y la competitividad. Dios es el amor que erradica el miedo en nuestro vecino porque, cuando hemos encontrado verdaderamente ese amor dentro de nosotros, nunca podremos hacer daño a nuestros vecinos.
La paz no se alcanza tratando de arrancar y destruir el mal. Cuando nos volvemos conscientes de nuestros vicios-enojo, orgullo, avaricia, lujuria- el intento de destruirlos fácilmente degenera en un auto-desprecio… Mejor que trabajar en destruir tus defectos es trabajar para implantar las virtudes—un trabajo más lento y menos dramático, pero mucho más efectivo. (…) El primer paso para implantar la virtud que eventualmente subyugará a los vicios, es el establecer la virtud fundamental de la oración profunda. A través del ritmo silencioso de la oración, la sabiduría penetra poco a poco nuestra mente y nuestro mundo. Es el poder universal el que saca el bien del mal. Como dice el libro de la sabiduría, “El sabio conoce la distinción entre auto-conocimiento y auto-fijación, entre desapego y dureza de corazón, entre corrección y crueldad. No hay reglas para la sabiduría. Las reglas nunca son universales. Pero la virtud sí.”
Después de la meditación, un fragmento de El Libro de la Sabiduría 8:21-29 en Christian Community Bible (Ciudad Quezon, Filipinas: Claretian Publications. 1997), pág. 925
He llegado a conocer todo lo que vemos y todo lo que está escondido, porque la Sabiduría, quién diseñó todo, me enseñó. En ella hay un espíritu que es inteligente, saludable, único, sutil, activo, conciso, puro, lúcido y diverso. No puede corromper, ama todo lo que es bueno y nada lo restringe. Es caritativo, ama a la humanidad, es firme, confiable, calmado, aunque todopoderoso. Todo lo ve y penetra todos los espíritus, sin importar cuan inteligentes, sutiles y puros puedan ser.
La sabiduría sobrepasa en movilidad todo lo que se mueve, y siendo tan pura persevera y penetra todas las cosas. Es un aliento del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Todopoderoso; ninguna impureza puede entrar en ella. Ella es el reflejo de la luz eterna, un espejo sin mancha de las acciones de Dios y una imagen de la bondad. Ella es solo una, sin embargo, la Sabiduría pueda hacer todas las cosas y, sin que ella cambie, renueva todas las cosas. Entra en las almas santas, haciendo de ellas profetas y amigos de Dios… Ella es ciertamente más bella que el sol y sobrepasa todas las constelaciones; sobrepasa la luz, porque la luz da paso a la noche, pero el mal no puede prevalecer contra la Sabiduría.
Selección: Carla Cooper
Traducción: Guillermo Lagos