12 de noviembre 2017
Photo via Visualhunt.com
De John Main OSB, “The Spirit,” WORD INTO SILENCE (New York: Paulist Press, 1981), págs. 37-39
El primer paso a la paternidad… es permitirnos ser amados. Es para facilitar esto que el Espíritu Santo fue enviado a nuestros corazones, para tocarlos, para despertarlos, para atraer nuestras mentes hacia la luz redentora. El envío del Espíritu fue un evento de resurrección y así continúa siendo tan fresco hoy como lo fue en aquella noche dominical, como nos dice San Juan, cuando los discípulos estaban juntos encerrados y Jesús vino y sopló sobre ellos y les dijo, - “Reciban al Espíritu Santo.”
(Nuestra) letargo natural y nuestra auto-evasión, nuestra reticencia a permitirnos ser amados no son, como las puertas cerradas, impedimentos para el Espíritu Santo. El Espíritu ha sido enviado a los corazones humanos y vive ahí, del misterio divino mientras Dios sostenga nuestro ser. Aún en el corazón de los hombres completamente malos, si los hubiera, el Espíritu Santo estaría gritando: “Abba Padre”, sin cesar. (…)
Empezamos con una tenue conciencia del movimiento del Espíritu en nuestro corazón, la presencia del otro por el cual nos conocemos a nosotros mismos. Al despertar a su realidad plena, al escuchar a nuestro corazón, despertamos a la prueba viviente de nuestra fe justificando esa primera pequeña conciencia, Y como San Pablo dijo a los Romanos: “Esta prueba es el cimiento de la esperanza. Esta esperanza no es una farsa porque el amor de Dios ha inundado la parte más íntima de nuestro corazón a través del Espíritu Santo que nos ha dado.”
La intoxicación del lenguaje de San Pablo es la intoxicación de su despertar personal a la Realidad del Espíritu, a la experiencia de la alegría liberada, presionada y fluida, la que predicó Jesús y comunica a través de su Espíritu. Es la intoxicación de la oración.
Después de la meditación: Hildergard of Bingen, “Antiphon for the Holy Spirit”, in WOMEN MYSTICS, editorial Carol Lee Flinders (New York: HarperCollins, 1995), pág. 17
Selección: Carla Cooper
Traducción: Guillermo Lagos