20 de Noviembre 2017


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De John Main OSB, “The Silence of Love,” WORD MADE FLESH” (Norwich: Canterbury, 2009), págs. 29-30


El lenguaje es demasiado débil para explicar la totalidad del misterio. Es por ello que el silencio absoluto de la meditación es tan importante. No tratamos de pensar en Dios, hablar con Dios o imaginarnos a Dios. Nos quedamos en ese maravilloso silencio abiertos al eterno silencio de Dios. Descubrimos en la meditación, a través de la práctica y enseñados por la experiencia diaria, que este es el ambiente natural para todos nosotros. Fuimos creados para esto y nuestro ser florece y se expande en el silencio eterno.

“Silencio” es una palabra, sin embargo, ya falsifica la experiencia y tal vez impide a mucha gente, porque sugiere alguna experiencia negativa, la privación del sonido y el lenguaje. Algunas personas temen que el silencio sea regresivo. Pero la experiencia y la tradición nos enseñan que el silencio de la oración no es un estado pre-lingüístico o post-lingüístico en el cual el lenguaje hace la tarea de dirigirnos a través y más allá de sí mismo y la totalidad de la conciencia mental. El silencio eterno está privado de nada y priva nada. Es el silencio del amor, de la aceptación incondicional y sin reservas. (…)

Sabemos que somos amados y por lo tanto amamos. La meditación se ocupa de la culminación de este ciclo de amor. Al abrirnos al Espíritu que habita en nuestros corazones, y quien en silencio está amando a todos, empezamos el viaje de la fe. Terminamos en la fe porque siempre hay un nuevo comienzo en la danza eterna de ser en el amor.

 

Después de la meditación: “Altars”, Denise Levertov en THE STREAM & THE SAPPHIRE: Selected Poems on Religious Themes (New York: New Directions, 1997), pág. 30

1
Una vez más ante tu altar, Señor silencioso.
Y aquí el sonido de las aguas ajetreadas,
el cantar de la paloma.

No todos los templos sirven
como tu lugar de descanso.
Aquí, sin embargo, hoy,
sobre el río continuo,
bajo el monólogo de la paloma
tu silencio hospitalario.

2
Otra vez ante tu altar, Señor silencioso.

Tu presencia se hace conocida
a través de tus intervenciones sin rastro
como esas canastas llenas
con pan y vino, descubiertas
en la puerta de alguien al final del ingenio
regresando a casa con las manos vacías
después de un día buscando trabajo.

 

Selección: Carla Cooper

Traducción: Guillermo Lagos