21 de enero 2018
Photo credit: stopherjones on VisualHunt / CC BY-NC
Un fragmento de Laurence Freeman OSB, “The Fear of Death,” THE SLEEPLESS SELF (London: Darton, Longman, Todd, 1989), págs. 129-131
Al meditar… enfrentamos la muerte todos los días. Y si enfrentamos la muerte todos los días, si nos permitimos morir un poco más cada día, entonces la experiencia de la muerte nos permitirá vivir cada día con mayor plenitud. La muerte enfrentada con la fe nos lleva más allá del miedo de morir y nos hace vivir cada día con la certeza de la esperanza de la vida eterna. Esta esperanza es por qué la meditación es una forma de vida. Porque es el camino para morir. La muerte cancela nuestro sentido de futuro y nos fuerza a concentrarnos totalmente en el momento presente. ¿A dónde más podemos ir? Cuando realmente enfrentamos a la muerte estamos plenamente en el momento presente. Entramos en la eternidad antes de morir, si podemos enfrentar la muerte con esta atención no invasiva. Sin embargo, siempre tratamos de escapar el momento presente.
Generalmente evadimos el presente ya sea viviendo en el pasado o creando un mundo de fantasía. Pero cuando estamos meditando, la repetición del mantra cierra esas dos opciones de escape. No hay algún lugar al que ir más que estar aquí. El mantra señala una dirección, hacia el centro. Es un camino angosto, pero es el camino de la verdad. Conforme seguimos el camino del mantra aprendemos a repetirlo con valor y humildad, y nos lleva por un camino en el cual muere todo aquello que nos retiene de llegar a la plenitud de la vida. Morimos todos los días en la fe y esa es la preparación suprema para la hora de nuestra muerte. Pero el camino de la muerte inevitablemente nos lleva a confrontar dos muy poderosas fuerzas que debemos estar preparados a enfrentar. Esas fuerzas son el miedo y el enojo. (….)
(Pero) el enojo, y el miedo que éste provoca, es todo lo que no es la meditación. El enojo más profundo proviene de nuestro más profundo miedo- la muerte. Sin embargo, proviene también de causas secundarias, también, desde todo aquello que hace a nuestra historia psicológica. Necesitamos estar conscientes cuando meditamos, conforme nos limpiamos de ese enojo, del que no es nuestra preocupación inmediata rastrear su origen. Lo realmente importante es que nos estamos librando de él... que el amor activo en la fe del mantra echa fuera el enojo del corazón. (…)
En las palabras de San Juan (1 Juan 4:16-18) “Dios es amor; la persona que habita en el amor habita en Dios y Dios en él. Esta es para nosotros la perfección del amor, tener confianza que en el día del juicio, y la podemos tener, porque aún en este mundo somos semejantes a Dios. No hay espacio para el miedo en el amor; el amor perfecto erradica el miedo.”
Después de la meditación: De los sermones de San Agustín, anotados en THE ROOTS OF CHRISTIAN MYSTCISM, Oliver Clement (London: New City, 1995), pág. 249
El miedo es sufrimiento que nos oprime. Pero mira a la inmensidad del amor.
Selección: Carla Cooper
Traducción: Guillermo Lagos