Sábado después del miércoles de ceniza 2018

El hambre de poder, en cualquiera de sus múltiples formas, doméstica, sexual o política, es quizás el anhelo humano más profundo. Si a menudo nos sentimos insatisfechos e inquietos es porque esta hambre entra en conflicto tan directamente con nuestra hambre de amor. (Sigue leyendo)

El poder como lo imaginamos (posesión, dominación y control) es irreconciliable con el amor. El conflicto entre ellos explica gran parte del sufrimiento humano interior.

El poder real es el amor. Todo lo demás queda expuesto como una especie de sustituto. El amor puede estar perdido en nuestra vida o nuestra capacidad de amar puede ser crónicamente dañada. Cuando este es el caso, buscamos alternativas, dioses falsos, posiciones, posesiones o proyectos para adorar en lugar de personas para amar. Sin duda, muchas grandes obras de arte y logros políticos han resultado de esta transferencia del amor al poder, nacida del anhelo humano profundo e insatisfecho. Estos pueden haber ocasionado mucha alegría y muchos beneficios a otros. Pero igualmente, esta disfunción en el alma humana ha causado una desorganización social inconmensurable y a menudo desencadena enormes regresiones en el camino de la evolución humana.

El tirano solitario, en cualquier campo de actividad humana, puede ser implacablemente cruel en el proceso de adquirir y mantenerse en el poder. Al mismo tiempo revela, especialmente a medida que el poder se desvanece, el patetismo de la soledad provocado por la transferencia de nuestra atención a un dios falso.

Si somos testigos de los últimos momentos de la caída de un tirano del poder, ya sea en una familia o en el escenario de la política global, y vemos que su orgullo y prejuicio se desmoronan, revelando a un niño vulnerable y descuidado, y si solo sentimos una alegría cruel por su humillación, nos mostramos a nosotros mismos como probablemente adictos al falso poder, tanto como ellos.

La narración de la Cuaresma, que se desarrolla en las Escrituras y en la liturgia, se construye según la historia más intensa y transformadora que se haya contado y transmitido a lo largo de las generaciones. Durante los tres días del misterio pascual, la falsedad de la lujuria del poder se desvanece. La inocencia, no la tiranía, es humillada y rechazada. Pero la vulnerabilidad extrema, como el sol que atraviesa las nubes oscuras, revela que el único y verdadero poder es la divinidad del amor.

La Pascua es una oportunidad increíble y anual para restablecer nuestras vidas en el eje de las verdaderas prioridades. Muestra en términos heroicos pero simples el significado del amor en una escala cósmica, no románticamente centrada en el ego. Debido a los conejitos de Pascua y los días festivos que no celebran nada, esta oportunidad apenas se reconoce ni se abraza.

Es por eso que entrenamos en la Cuaresma para el maratón de tres días del Triduo. Lo que estamos haciendo o no haciendo durante este entrenamiento, lo que asumimos o lo que nos damos por vencidos, tienen un significado más allá de ello.

Laurence Freeman OSB

 

Traducción: Marina Müller (WCCM Argentina)

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