Viernes de la 3ra. semana de cuaresma 2018

Espero que no se estén cansando de las semillas, porque hay una parábola más para considerarla. Es la más famosa de todas las historias de semillas, simple e inagotable. No es dogmática, pero la misma no nos dejará hasta que hayamos sido leídos por ella: Lucas 8:5-8. (Sigue leyendo).

Un sembrador salió a sembrar. Dispersó las semillas en todas direcciones, con diversos resultados. Algunas cayeron a lo largo del camino, y fueron comidas por las aves. No hubo respuesta, desperdicio previsible. Otras cayeron en suelo pedregoso y brotaron, pero por falta de humedad se marchitaron. Pronta respuesta pero malas condiciones. Falla. Otras cayeron entre espinas que también estaban creciendo y pronto ahogaron las semillas. Mala compañía. Desengaño. Pero otras cayeron en buena tierra y crecieron saludables, cien veces devolvieron lo invertido. Un suceso de la naturaleza.

Jesús contó esta historia, nos dicen, ante un gran número de gente que venían de sus poblados para verlo y escucharlo. Relató esta parábola a una multitud multidisciplinaria: algunos buscadores reales, algunos curiosos, otros solamente siguiendo a la multitud como lo harían adhiriéndose a cualquier multitud. ¿Jesús se dio cuenta de que sus palabras caerían en diferentes tipos de terreno? Si él hubiera querido ganarlos a todos y disfrutar un corto premio  Oscar viviente hubiera elegido otro mensaje, con menos de la completa verdad encerrada en su aparente vacío. Al final, tira la pelota a nuestro campo, diciendo ‘el que tenga oídos para oír, déjenlo escuchar’ Nuestros propios oídos son el terreno en el que cae la semilla de sus palabras.

Esto nos conduce a diferentes conclusiones sobre la multitud – la cual ahora incluye (dicen) doscientas generaciones que han escuchado la misma historia desde entonces. O, la gente de doscientos años, las cuales, de mano en mano, nos liga al momento de la primera enseñanza. Podemos concluir que todos sus oyentes estarían clasificados en términos de su receptividad a la semilla de su enseñanza. Una pena entonces para aquellos que no están en la categoría de buena tierra. Y muchos de nosotros podríamos sospechar que no estemos en ella. ¿Estamos produciendo el ciento por uno de la inversión que él ha hecho en nosotros?

O podemos concluir que en diferentes tiempos, en diferentes etapas de nuestra vida,  en diferentes estados anímicos, sujetos a condiciones diferentes, cada uno de nosotros contiene todas esas diversas respuestas. Después de todo, somos muy inconsistentes, la mayor parte del tiempo.

En la búsqueda del tiempo perdido, vemos nuestras muchas fallas y oportunidades perdidas, muchos malentendidos y no pocas estupideces. Si no podemos verlos, otras personas nos lo señalarán.

Las aves que comieron las semillas antes de germinar - de corta vida y semilla estrangulada – ¿no son también parte del gran ciclo de la naturaleza? ¿Se pierde realmente alguna cosa? ¿Muere realmente alguna cosa?  Desde luego que sí. Pero cuando esto es aceptado, se ve dentro del gran cuadro que es, como lo dice Wittgenstein, tocado por el ‘amor que redime’. ¡Cuál es la gran fuerza en la germinación de la semilla de nuestra vida: la falta o el perdón?

Laurence Freeman OSB

Traducido por Marta Geymayr (WCCM Paraguay)                                                                        

              

 

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