12 de agosto 2018

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Un fragmento de Laurence Freeman OSB, “The Necessity of Solitude” en THE SELFLESS SELF (London: DLT, 1989), págs. 156-157


La experiencia de la soledad, hacia la cual nos guía la meditación si tenemos el valor de la sencillez, no es un escape. Es un encuentro. El gran misterio que se desenvuelve… es que este encuentro sucede en un nivel del ser donde pensamos que no habría nadie a quien conocer.  En un nivel que evitamos porque no quisimos encontrarnos y sentir el miedo de estar totalmente solos, ahí encontramos todo lo que hemos estado buscando. Una vez que hacimos todo lo posible por distraernos de nosotros mismos porque teníamos tanto miedo de descubrir la fría y eterna soledad del ser. Sin embargo, la meditación nos revela que el temor es la última tontería, porque a ese nivel de nuestro ser en donde pensábamos que no encontraríamos a nadie, descubrimos a Cristo. (…)

La meditación nos muestra su efectividad en la forma en que establecemos relaciones. Nos lleva a una conciencia más profunda y aguda de nuestra verdadera naturaleza. La verdad sobre la naturaleza humana no es, como tanto tememos, una de una pequeña mota, aislada del polvo cósmico, una mónada solitaria, sino que somos seres en comunión, (…) (S)in amor humano, cualquier cosa que llamemos amor de Dios es una farsa, una simulación.

 

Después de la meditación: un fragmento de “Traditional Irish Blessing” en EARTH PRAYERS: 365 prayers and Invocation from around the World, ed. Por Elizabeth Roberts and Elias Amidon (New York: HarperCollins, 1991), pág. 204

Qué la bendición de la luz caiga sobre ti, luz fuera, luz dentro. Que la bendita luz del sol brille en ti y caliente tu corazón hasta que resplandezca como el fuego de una fogata, para que el extraño pueda venir y calentarse en él, y también un amigo.

Y que el brillo de la luz salga de tus dos ojos, como una vela puesta en las dos ventanas de una casa, invitando al vagabundo a que entre y se aleje de la tormenta…

 

Selección: Carla Cooper

Traducción: Guillermo Lagos