2 de septiembre 2018

                                                          Photo credit: tobiflotron on Visual hunt / CC BY-NC-SA

Un fragmento de “Dearest Friends”, Laurence Freeman OSB en el Boletín de la Comunidad Mundial de Meditación Cristiana, vol. 32, septiembre 2008, pág. 4


Para ver la realidad como es, o al menos para liberarnos progresivamente de algunos filtros, se requiere un verdadero acto de fe. Sin embargo, el apego a las creencias y rituales de nuestra tradición, se pueden convertir en un falso sentido de seguridad. Y es por eso, que muchas personas profundamente religiosas sienten una aversión o antipatía a meditar, porque les parece que (y ciertamente lo hace) mina las fronteras seguras que protegen nuestra visión del mundo y nuestro sentido de ser superiores a los demás.

El camino de la fe, sin embargo, no es una adherencia obstinada a un punto de vista y a un sistema de creencias y rituales tradicionales que lo expresan. Eso convertiría en ideología o sectarismo, no en fe. Fe es un viaje transformacional que demanda que nos movamos en, a través, y más allá de nuestros marcos de referencia y observaciones externas- sin traicionarlas o rechazarlas, pero tampoco dejarnos atrapar por sus formas de expresión. San Pablo habló sobre el camino de salvación como empezando y terminando en la fe. Fe es entonces, una apertura no concluyente, desde el primer inicio del peregrinaje humano. Naturalmente, requerimos un marco de referencia, un sistema y una tradición. (Pero) si estamos centrados establemente en éstas en lugar de estar confinados y definidos por ellas, el Espíritu se desplegará en nosotros. Nuestro entendimiento de la verdad se ensancha continuamente, nuestra aprehensión de la realidad se acelera.

 

Después de la meditación, “Who Said This?” por Mary Oliver en RED BIRD (Boston: Beacon, 2008), pág. 58

Algo susurró algo
que ni siquiera era una palabra.
Fue algo más parecido al silencio
que fuera entendible.
Estaba parado 
a la orilla del estanque.
Nada viviente, lo que llamamos vivo,
estaba a la vista.
Y, sin embargo, la voz me penetró,
mi cuerpo-vida.
Con tanta felicidad.
Y no había nada ahí
sino agua, el cielo, el pasto.

 

Selección: Carla Cooper

Traducción: Guillermo Lagos