6 de enero 2019

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Un fragmento de Laurence Freeman OSB, “The Labyrinth”, JESUS THE TEACHER WITHIN (New York: Continuum, 2000), págs. 231-232


Si vamos a acoger la eternidad de la plenitude del ser (el “YO SOY” de Dios), debemos primero enfrentar la cruda realidad de la impermanencia y el vacío. La tentación siempre es reducir intensidad, el bajar a un nivel menos profundo de conciencia, aún a caer en el sueño. Buda nos advirtió en contra de nublar la mente en esta o cualquier otra etapa del viaje con intoxicantes o sedativos, para subir o bajar. Jesús instó a todos a permanecer alerta:

       Estén alerta, estén despiertos. No saben cuándo llegará el momento… Manténgase despiertos porque no saben cuando llegará el patrón. En la tarde o a la media noche, al cantar el gallo o al amanecer- si llega repentinamente, no debe encontrarlos dormidos. Y lo que yo les digo, le digo a todos: permanezcan despiertos (Marcos 13: 33.37)

En la carta a los Efesios Pablo dice que este estado de conciencia conduce a los “poderes espirituales de sabiduría y visión” y  hacia gnosis, el conocimiento espiritual. Sin embargo, aún con la fe más sólida, la triste sensación de separación no se disipa inmeditamente aún cuando la sabiduría empieza a brillar. El muro del ego puede sentirse como un obstáculo insuperable, un callejón sin salida que nos deja sin algún lugar hacia donde correr. Pero, como nos recuerda la Resurreción, lo que parece y se siente como el fin, no lo es. Al enfrentar a nuestro egoísmo atrincherado y reconocer que está muriendo lentamente, la meditación nos ayuda a verificar nuestra resurrección en nuestra propia experiencia.

La ley de la naturaleza baja, del karma, y el dominio del ego limitante reinan hasta que aparece un hoyo en el muro. Al principio un ladrillo es removido, como si fuera una mano invisivible, y entrevemos una perspectiva más allá de cualquier cosa que hayamos pensado previamente o que seamos capaces de conocer. Es una experiencia y sin embargo es conocida de una forma diferente a cualquier cosa que hayamos experimentado antes. Ya no somos solo la mera persona individual que pensamos anteriormente. La vida a cambiado irreversiblemente. Vivimos y sin embargo, como San Pablo, ya no vivimos más.

Yo soy porque no soy.

 

Después de la meditación, de THE BEST OF MEISTER ECKHART, ed. Halcyon Backhouse (New York: Crossroad, 1996), pág. 96

“¿Cuál es la oración del corazón solitario? Mi respuesta es que el desapego y el vacío no pueden rezar en absoluto, porque quien ora desea algo de Dios: algo que debe ser añadido… o algo que debe ser quitado. Sin embargo, el corazón que está desapegado no tiene deseo alguno, ni tiene algo que entregar. Por lo tanto no tiene oraciones en absoluto; su única oración consiste en estar con Dios."

 

Selección: Carla Cooper

Traducción: Guillermo Lagos