27 de enero 2019

                                                          Photo credit: NorthStar Nerd on VisualHunt.com /CC BY-NC-ND

Un fragmento de John Main OSB, “The Consciousness of Jesus” en WORD MADE FLESH: Recovering a sense of the sacred through prayer (Norwich: Canterb5ury Press, 2009), pág. 5


Es en la sencillez de Dios, de su divina unicidad, que nos llama a meditar. Es también nuestro obstáculo más grande. ¿Cómo podemos nosotros, con todas nuestras complejidades, conocer la sencillez absoluta? El mantra es la forma de sobrepasar este obstáculo. Es un signo o símbolo de la unidad y sencillez de Dios. En toda la literatura clásica sobre oración, en Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Meister Eckhart, encontramos una idea común, que el camino a la unión total y la presencia continua es el camino de la sencillez y la autodisciplina.

La abnegación es el camino del mantra. Nos guía fuera del laberinto del egoísmo. A través de la repetición constante nos trae gradualmente, y con mucha paciencia, al silencio donde todo está resuelto en la mayor sencillez de Dios. En la unicidad divina nos volvemos uno. . .

 

Después de la meditación: Mary Oliver, “White Owl Files Into and out of the Field” en DEVOTIONS: The Selected Poems of Mary Oliver (New York: Penguin, 2017), pág. 324

EL BHÚO BLANCO VUELA HACIA ADENTRO Y AFUERA DEL CAMPO

Bajando
del cielo helado
con su profundidad de luz,
como un ángel
o un Buda con alas,
era hermoso
y preciso,
golpeando la nieve y todo lo que había ahí
con una fuerza que dejó la huella
de la punta de sus alas—
con cinco pies de distancia—y 
con el arrebato de sus pies.
Y el espaciado de lo que había estado corriendo
a través de los blancos valles
de nieve—
y entonces se levantó, con gracia,
y voló de vuelta a los pantanos congelados,
para acechar ahí
como un pequeño farol
en las sobras azules—
así que pensé:
tal vez la muerte 
no es la obscuridad, depués de todo,
pero tanta luz
envolviéndose a nuestro alrededor—
tan suave como plumas---
que  estamos cansados 
de mirar, y mirar, y cerramos nuestros ojos,
no sin asombro.
Y dejamos que nos lleven
Como a través de la translucidez de la mica,
al río
es decir, sin la menor mancha o sombra—
que no es nada sino luz— hirviente, luz aortal—
en la que somos lavados y lavados 
de nuestros huesos.

 

Selección: Carla Cooper

Traducción: Guillermo Lagos